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Cuatro años después del confinamiento: ¿hemos aprendido algo?

Nadie sabía en aquellos momentos lo que se nos venía encima, un tsunami demoledor amenazaba con destruir la sociedad de bienestar

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Cuatro años después del confinamiento: ¿hemos aprendido algo?
Freepik

Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable

15 de marzo de 2024

El 14 de marzo de 2020 España se paralizó. Ese día, el presidente de gobierno Pedro Sánchez anunció que en el último Consejo de Ministros se habían aprobado una serie de medidas sin precedentes en la historia de nuestro país; fortísimas restricciones de movimiento para los ciudadanos a fin de poder frenar la propagación del coronavirus Covid-19.

Nadie sabía en aquellos momentos lo que se nos venía encima, un tsunami demoledor amenazaba con destruir la sociedad de bienestar que tanto trabajo nos había costado edificar. Además, se cernía la sombra de la duda, si estaríamos lo suficientemente preparados para hacerle frente

Afortunadamente, a lo largo de las siguientes semanas descubrimos con satisfacción que nuestro sistema sanitario español estaba preparado, sobre todo por la entrega y profesionalidad de nuestros sanitarios. En la memoria colectiva se ha quedado grabado a fuego aquellas imágenes de salas de espera llenas, camas en los pasillos, enfermos esperando a ser atendidos y profesionales sanitarios saturados

Es difícil olvidar aquellos meses en los que entramos en el área del miedo, nos apeamos de un pedestal que no nos correspondía –reservado a los Dioses- y se puso de relieve nuestra vulnerabilidad. Y es que ya se lo advirtieron a Julio César hace más de dos mil años: “¡Cuídate de los idus de marzo!” 

Las secuelas de la pandemia

Han pasado ya cuatro años de aquellas terroríficas imágenes, pero los efectos del coronavirus no han desaparecido del todo, nuestras vidas han cambiado, desde la manera en la que trabajamos hasta la forma en la que nos relacionamos y, en algunos casos, amigos, familiares o compañeros siguen sufriendo las secuelas de la infección.

Y es que se estima que en torno al 10% de las personas que han pasado la fase aguda de la Covid-19 pueden sufrir síntomas persistentes después de pasados tres meses tras la infección, que se mantienen durante al menos ocho semanas más y que no se explican por ninguna otra patología. Un síndrome que se conoce como Covid persistente o long Covid. Además, es importante recalcar que el virus no se ha ido, sigue entre nosotros, aunque más controlado. 

De héroes a villanos

En la primavera del año 2020 las calles de nuestras ciudades se vaciaron y, cada día, alas ocho de la tarde el silencio se veía interrumpido por aplausos, un gesto con el que la población quería agradecer el esfuerzo de los sanitarios. De la noche a la mañana se habían convertido en héroes.

Heroicidad es un término que no llegó a gustarnos, ya que el héroe se define como el protagonista de una narración que intenta vencer, en un momento de crisis, todos los obstáculos para restaurar la paz y la concordia. Pero los sanitarios no somos héroes, somos profesionales que damos lo mejor que tenemos todos los días del año, no de forma puntual. De alguna forma, en aquel estado de urgencia la sociedad confundió la necesidad con la heroicidad.

¡Qué lejano quedan aquellos aplausos! Esta semana -el 12 de marzo- coincidiendo con el Día Europeo Contra las Agresiones a Médicos y Profesionales Sanitarios, la Organización Médica Colegial (OMC) ha hecho públicos los datos de las agresiones a los sanitarios registradas durante el 2023. Las cifras del informe son pavorosas, se han comunicado a los Colegios de Médicos hasta 769 agresiones. Si tenemos en cuenta las agresiones a todos los profesionales que trabajan en la sanidad, según un informe del Ministerio, en el año 2022 se notificaron un total de 13.210 agresiones en el conjunto del Sistema Nacional de Salud (SNS), suponiendo 20,05 notificaciones de agresiones por cada 1.000 profesionales. De alguna forma se podría decir que los sanitarios se han convertido en villanos. 

Se nos ha olvidado con excesiva rapidez que fueron ellos los que nos salvaron y los que nos insuflaron esperanza cuando más lo necesitábamos. Aquella gratitud y reconocimiento infinito ha quedado aparcada en el rincón del olvido demasiado rápido.

Pero, ¿hemos aprendido algo?

Mucho se ha hablado de si hemos aprendido algo de esta terrible pandemia, si en estos cuatro años somos más conscientes de nuestra vulnerabilidad. Las encuestas realizadas en este sentido han puesto de manifiesto que hemos cambiado nuestros hábitos, que hemos adoptado nuevas medidas de higiene, aumentando la frecuencia del lavado de manos y somos más conscientes de la necesidad de la vacunación, no solo frente al SARS-CoV-2 sino también frente a la gripe. 

A nivel social, la desinfección de los espacios públicos es más evidente que nunca y se ha extendido el uso de los purificadores de aire. Y quizás, solo quizás, también hemos aprendido que de una pandemia solo se sale con la ayuda de personas desconocidas, de personas anónimas que anteponen cuidar a personas vulnerables por delante de su seguridad personal. Son ellas las que nos cuidan de los “idus de marzo”. 



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