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Estos son los cuatro factores responsables de millones de muertes evitables en el mundo

La investigadora Mary Gilmore utiliza el concepto de “determinantes comerciales de la salud” para explicar cómo algunas industrias provocan impactos negativos en la salud pública

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Estos son los cuatro factores responsables de millones de muertes evitables en el mundo
Foto de Anna Shvets. Pexels

Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable

19 de noviembre de 2025

Cada año millones de personas mueren por enfermedades que, en buena parte, podrían haberse evitado. Según la investigadora en salud pública Mary Gilmore, aproximadamente, un tercio de esas muertes están vinculadas a cuatro grandes factores: el tabaco, el alcohol, los alimentos ultraprocesados y los biocombustibles fósiles, como el petróleo y el carbón. Este hallazgo no solo revela la magnitud del problema, sino también apunta hacia soluciones concretas que podrían salvar vidas. 

Gilmore utiliza el concepto de “determinantes comerciales de la salud” para explicar cómo algunas industrias provocan impactos negativos enormes en la salud pública y como, con frecuencia, se entrelazan creando una tormenta perfecta de efectos dañinos.

Tabaco: el enemigo conocido, pero no vencido

El tabaco es, quizás, el más conocido de estos factores. Sabemos, desde hace décadas, que fumar causa una gran cantidad de enfermedades -cáncer, enfermedades cardiovasculares, respiratorias- y reduce dramáticamente la esperanza de vida. Sin embargo, a pesar de toda la evidencia, millones de personas siguen fumando.

El reto está en la adicción que generan los cigarrillos, la publicidad persistente y la influencia de las grandes compañías tabaqueras en las políticas públicas. Estas empresas han complicado la tarea de reducir el consumo utilizando estrategias para minimizar el impacto de las regulaciones y generar dependencia.

Alcohol: más daño del que parece

El alcohol, a menudo visto como parte de la vida social o cultural, también es un factor gigante en la salud pública. Aunque su consumo moderado puede estar socialmente aceptado, el abuso del alcohol está ligado a enfermedades crónicas (como la cirrosis hepática), accidentes, violencia y problemas de salud mental.

Gilmore señala que el alcohol se asocia con un número elevado de muertes prevenibles y que la industria del alcohol, al igual que la del tabaco, emplea estrategias para proteger sus intereses, retrasando políticas de control más estrictas.

Alimentos ultraprocesados: el peligro escondido en la dieta diaria

Los alimentos ultraprocesados, aquellos productos industrializados con muchos aditivos, azúcares, grasas saturadas y sales, representan un riesgo muy alto para la salud. Estos productos están asociados con la obesidad, la diabetes, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.

El consumo masivo de estos alimentos ha aumentado exponencialmente, impulsado por la industria alimentaria que busca maximizar beneficios, pero suele negar o minimizar los daños ligados a sus productos.

Biocombustibles fósiles: una amenaza para el cuerpo y el planeta

Finalmente, un factor menos visible pero igualmente crucial es la influencia negativa de los biocombustibles fósiles (carbón, petróleo, gas) en la salud global. La contaminación atmosférica generada por la quema de estos combustibles causa enfermedades respiratorias, cardiovasculares, algunos tipos de cánceres y problemas relacionados con la salud mental.

Además, estos combustibles son la principal fuente de gases que contribuyen al cambio climático, cuyo impacto indirecto afecta a la seguridad alimentaria, a la expansión de enfermedades infecciosas y a desastres naturales.

¿Por qué es tan difícil cambiar esta realidad?

Según Gilmore, estas industrias no solo venden productos, sino que también ejercen un poder enorme para influir en políticas, investigaciones y opinión pública. Se financian estudios que buscan distraer o minimizar el daño, crean grupos de presión y mantienen redes de influencia políticas que frenan cambios regulatorios que podrían salvar vidas.

El problema es sistémico, ya que muchas veces los gobiernos o la sociedad no asumen el coste real de estos daños, que terminan siendo pagados por los pacientes, los sistemas de salud y el medio ambiente.

La buena noticia es que muchas de estas causas de muerte son prevenibles con medidas claras y accesibles: aumentar impuestos y controlar la publicidad del tabaco y alcohol para reducir su consumo, fomentar políticas públicas que regulen la calidad y composición de los alimentos industriales, así como promover dietas basadas en alimentos naturales y frescos. Además, es ineludible impulsar la transición energética para abandonar los combustibles fósiles, reduciendo así la contaminación ambiental y educar a la población sobre los riesgos y las conductas saludables, con especial énfasis en los jóvenes.

Todas estas acciones no solo mejorarían la salud individual, sino que también reducirían las desigualdades sociales, puesto que suelen ser los grupos más vulnerables quienes más sufren las consecuencias.

La teoría de Mary Gilmore nos invita a abrir los ojos y entender que nuestra salud está íntimamente vinculada a decisiones económicas, ambientales y sociales. No se trata solo de “dejar de fumar” o “comer mejor”, sino de transformar cómo funcionan industrias y gobiernos para que no nos hagan daño. Cada uno, desde su lugar, puede apoyar y exigir políticas que protejan la salud pública y elegir estilos de vida más saludables. Es un desafío que requiere conciencia, educación, regulación y, sobre todo, compromiso colectivo.



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