
Por Medicina Responsable
19 de noviembre de 2025¿Cuántos alimentos de los que hay en nuestras neveras podrían considerarse ultraprocesados (AUP)? Probablemente más de los recomendados y, con toda seguridad, más que hace 20 años. Según una serie internacional de artículos publicada en la revista científica The Lancet, estos productos ya han invadido los hogares de prácticamente todo el mundo, modificando así las rutinas alimentarias, condicionando las tradiciones culinarias y, por supuesto, afectando de manera directa a la salud.
Sobrepeso, obesidad, grasa visceral, diabetes tipo 2, hipertensión, dislipidemia, enfermedades cardiovasculares, coronarias, cerebrovasculares o renales crónicas, depresión, enfermedad de Crohn, mayor mortalidad por alguna de estas causas... El listado de patologías que engloba el consumo de ultraprocesados es tan extenso, según la evidencia científica, que ya se posiciona como uno de los principales problemas de salud pública. Ahora, varias entidades y comunidades científicas piden a través de las cartas y artículos de The Lancet que esta problemática se aborde desde una perspectiva global para que los gobiernos tomen medidas de manera urgente.
“Plantean nuevas preocupaciones sobre los alimentos ultraprocesados (AUP), aportando evidencias de una revisión exhaustiva de la literatura y que incluye estudios de todo el mundo. El metaanálisis, a pesar de las diferencias en los diseños de estudio utilizados para analizar los AUP y su amplia distribución geográfica, muestra que algunas de las principales enfermedades crónicas que afectan la vida moderna están asociadas con un mayor consumo de este tipo de alimentos”, ha explicado Jules Griffin, director del Instituto Rowett de la Universidad de Aberdeen (Escocia), a Science Media Centre (SMC). Esto se debe, entre otros factores, a la ingesta excesiva de calorías, una baja calidad nutricional con un exceso de azúcares y grasas poco saludables, un contenido reducido de fibra y proteínas o una mayor exposición a sustancias químicas y aditivos potencialmente nocivos.
Esta revisión científica, titulada “Ultra-Processed Foods and Human Health”, ha comprendido más de 100 estudios longitudinales y reunido a 43 expertos internacionales en salud pública y nutrición entre los que figura la española Maira Bes-Rastrollo, catedrática de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra e investigadora del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra (IdiSNA); o Renata Bertazzi Levy, actualmente integrante de la Unidad de Atención Primaria de Salamanca (APISAL). "La evidencia científica de estas investigaciones certifica que los ultraprocesados están modificando nuestra forma de alimentarnos y afectando a la salud de la población", explica Bes-Rastrollo. "Su consumo en España se ha triplicado en las últimas dos décadas. Es necesario promover políticas que favorezcan el consumo de alimentos frescos y mínimamente procesados para poder seguir un patrón alimentario saludable basado en la dieta mediterránea tradicional".
La serie científica ha revisado y comparado datos de más de 36 países, entre los que se sitúa España. En su caso, el impacto de los ultraprocesados ha sido mayor que en otros países que siguen la dieta mediterránea, y que han logrado que esta prevalezca sobre el fast-food: a comparación de Italia, Grecia o Portugal, que han mantenido su porcentaje de consumo de por debajo del 25%, España lo ha triplicado en solo 20 años, pasando del 11% al 23%. Sin embargo, estos datos son de 2010, por lo que es previsible que a día de hoy las cifras sean mayores.
Además, en consonancia con los datos españoles, los países desarrollados están más expuestos a estos productos, aunque son los que se encuentran en vías de desarrollo quienes más aumentan su ritmo de consumo. De hecho, desde el año 2007 y hasta 2022, las ventas per cápita aumentaron en casi un 20% en las naciones con ingresos medios-altos y un 40% en los medios-bajos. En cifras, esto se traduce en que el primer grupo pasó de consumir 104 kilos a 121,6 de ultraprocesados y, en el segundo caso, de 45,3 a 63,3 kilos. Por países, Irán se sitúa a la cola de la tabla, con un 9% de presencia de ultraprocesados en la dieta, y Estados Unidos a la cabeza, con un 60%.
El estudio también contempla una carta de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que hace referencia a la “amenaza sistemática que presenta para la salud pública, la equidad y la sostenibilidad ambiental” el aumento del consumo de los ultraprocesados. Además, UNICEF ha publicado un editorial en el que insta a los gobiernos a actuar para frenar el impacto de estos productos durante la infancia ya que, como explica, “la proliferación global de estos alimentos se ha convertido en una de las amenazas más urgentes, pero insuficientemente abordada, para la salud humana en el siglo XXI”.También piden que la alimentación se priorice por encima del beneficio corporativo. En este sentido, uno de los artículos propone un conjunto de políticas coordinadas para regular y reducir la producción, la comercialización y el consumo, y hace hincapié en la necesidad de responsabilizar a las grandes empresas por su papel en la promoción de dietas poco saludables. Entre las medidas, destacan incorporar un etiquetado frontal que identifique claramente los aditivos y establezca restricciones a su publicidad, especialmente la dirigida a menores y en entornos digitales; y plantean retirar estos productos de los comedores escolares y de los hospitales, limitar su presencia en los supermercados y aplicar impuestos selectivos para financiar programas que faciliten el acceso a frutas, verduras y alimentos frescos en hogares con menos recursos.