Por Lucía de Mingo
21 de marzo de 2023En nuestro país, más del 10% de la población padece algún tipo de trastorno de sueño crónico y grave, y más de un 30% se despierta cada día con la sensación de no haber tenido un sueño reparador. Estos datos, aportados por la Sociedad Española del Sueño (SES), ponen de manifiesto un problema que causa serias implicaciones en la vida diaria de quien lo sufre: agotamiento físico, bajo rendimiento o dificultad para cumplir con las obligaciones profesionales, familiares y sociales.
Uno de los trastornos más comunes es la apnea del sueño (AOS), una patología que se produce cuando la respiración se detiene y se reinicia muchas veces mientras dormimos. Según datos proporcionados por la Federación Española de Asociaciones de pacientes alérgicos y con Enfermedades Respiratorias en España, se estima que entre cinco y siete millones de personas sufren esta enfermedad
La doctora Myriam Navarro Cunchillos, jefe de la Unidad de Otorrinolaringología del Hospital Ruber Internacional, señala que el paciente tipo de esta patología es un hombre, de entre cuarenta y sesenta años, roncador, con sensación de sueño no reparador, excesiva somnolencia diurna y obeso. No obstante, hace hincapié en que puede estar presente en cualquier edad y en cualquier género. “Los síntomas diurnos más frecuentes son algo diferentes. Por ejemplo, en los más pequeños, es más frecuente la irritabilidad, la hiperactividad e incluso la disminución del rendimiento escolar; mientras que en los ancianos es habitual el deterioro cognitivo y la pérdida de memoria y, en las mujeres, la fatiga crónica, la apatía y la depresión”.
Actualmente, solo entre un cinco y un nueve por ciento de estos pacientes han sido diagnosticados y tratados. Pero ¿cómo podemos sospechar que alguien de nuestro alrededor o nosotros mismos tenemos AOS? Según explica la doctora Navarro, los pacientes con esta patología suelen consultar porque se despiertan con sensación de falta de aire y roncan de forma habitual. No obstante, señala que lo más frecuente es que sea el acompañante el que se asuste al observar esos episodios asfícticos y el que haga saltar las alarmas. Además, “la fragmentación del sueño hace que éste no sea reparador, lo que provoca la aparición de síntomas diurnos como cansancio crónico, excesiva somnolencia diurna, cefaleas, pérdida de memoria y falta de concentración e incluso, a veces, apatía, depresión y disminución de la lívido”.
Para diagnosticar esta enfermedad en consulta se realiza un estudio de sueño, normalmente lo que se conoce como una polisomnografía nocturna (PSG). Esta prueba consiste en” colocar numerosos sensores que analizan la actividad cerebral, respiratoria, muscular y cardiaca durante toda la noche para valorar la presencia de eventos respiratorios durante el sueño, su repercusión sobre la estructura del mismo y la saturación de oxígeno”, indica la doctora Navarro. La PSG se realiza en las instalaciones del propio hospital, aunque, dependiendo del caso, se pueden emplear otro tipo de estrategias más sencillas que se lleven a cabo en el hogar de la persona.
Una vez diagnosticada la enfermedad, recibir tratamiento es clave porque no solo afecta al sueño, sino que aumenta el riesgo de desarrollar problemas de salud graves e incluso la muerte a mediano o largo plazo. Según afirma la doctora Navarro “No recibir un tratamiento a tiempo y adecuado puede tener como consecuencia, a corto plazo, que aumente la incidencia de accidentes laborales y de tráfico, ya que estos pacientes pueden dormirse conduciendo e incluso a veces comiendo”. A largo plazo, en pacientes que tengan esta enfermedad en un grado de gravedad elevado también tienen un riesgo mayor de padecer enfermedades como la diabetes, la hipertensión, arritmias cardiacas, cardiopatía isquémica o ictus.
La cirugía del sueño es un conjunto de procedimientos que tienen como finalidad tratar a los pacientes para evitar estos eventos obstructivos. Hablamos de procedimientos quirúrgicos que tienen como finalidad aumentar y dar tensión a la vía aérea superior, actuando sobre las partes blandas (amígdalas, paladar, base de lengua...), sobre el esqueleto facial o el sistema nervioso (estimulador del hipogloso). Y en algunos pacientes la cirugía bariátrica para tratar la obesidad mórbida puede estar indicada. “La cirugía es la alternativa más razonable de entrada en pacientes con amígdalas muy grandes, con alteraciones dentofaciales severas o con obesidad mórbida”. En el resto de los pacientes el tratamiento de entrada es un tratamiento médico. “Empezamos fomentando la pérdida de peso, modificando hábitos de vida para favorecer el descanso nocturno y en muchas ocasiones prescribimos unos dispositivos para dormir que van a mantener abierta la vía aérea como dispositivos de avance mandibular (DAM) o una CPAP (presión positiva continua en las vías respiratorias)”.
No obstante, no siempre estos dispositivos se toleran o funcionan. Cuando no es así “haremos un tratamiento personalizado basado en los hallazgos que encontramos en una exploración endoscópica de la vía aérea con sueño inducido”, explica la doctora. Esta estrategia quirúrgica del sueño toma especial relevancia ya que, en los casos en los que hay una alteración anatómica clara, puede curar totalmente la enfermedad. De ahí la importancia de explorar la vía aérea de estos pacientes, hace hincapié Navarro.