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Estos son los beneficios de una siesta corta

Neurofisiólogas del grupo sanitario Ribera recomiendan siestas de 20 minutos a primera hora de la tarde y en espacios tranquilos para conseguir estos beneficios

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Estos son los beneficios de una siesta corta
Foto: Pexel

Por Gema Puerto

9 de agosto de 2023

Aumenta la energía y el rendimiento y reduce el estrés, además de ser uno de los mayores alicientes de las vacaciones. La siesta veraniega supone un descanso después de comer que, según los especialistas del grupo sanitario Ribera, tiene enormes beneficios para la salud.

Eso sí, tal y como explica la doctora Aránzazu García Peña, jefa del Servicio de Neurofisiología del hospital Ribera Povisa de Vigo, para que estas siestas sean ventajosas, “deben ser cortas, en concreto, de 20 minutos o menos” y, además, siempre que sea posible, “deben realizarse a primera hora de la tarde, en un ambiente tranquilo, sin luz y con una temperatura adecuada”.

Dormir por un breve espacio de tiempo también disminuye la fatiga y mejora el estado de alerta, la memoria, la capacidad de reacción y el humor, ya que, durante la siesta, el cuerpo produce endorfinas, que generan un buen ánimo en las personas. Además, como señala Nohemí Rodríguez, responsable de Neurofisiología del Hospital Universitario del Vinalopó (Elche), la siesta mejora la digestión y el metabolismo. “Nuestro cuerpo se relaja y se centra en la digestión de los alimentos”, eso sí, “no hay que dormir inmediatamente después de comer, para evitar el reflujo y la acidez gástrica”, añade la doctora.

Contraindicaciones

“En ocasiones, las siestas pueden tener algún efecto negativo, como un aumento de la somnolencia, con sensación de aturdimiento y cierta desorientación al despertar. Y hay personas que, si padecen un problema de insomnio, dormir la siesta puede interferir aún más en su sueño nocturno”, explica García. Además, “dormir durante el día también puede estar relacionado con el aumento de ciertas enfermedades como la Diabetes tipo II”. La siesta de más de 30 minutos proporciona al cuerpo el tiempo suficiente para entrar en un sueño profundo de ondas lentas, que al despertar hace que nos sintamos atontados. “Una siesta corta no tiene por qué afectarnos, salvo que se sufran problemas de insomnio o mala calidad del sueño”. Sin embargo, “cuando ponemos el off de forma prolongada, aumenta en un 23% el riesgo de sufrir obesidad”, resume Rodríguez.

A medida que envejecemos, los patrones de sueño varían, el sueño es más ligero y cuesta más conciliar el mismo. “Dormir poco y mal se asocia a bajo rendimiento cognitivo, peor memoria, dificultad de concentración, aumento de la ansiedad, irritabilidad, fatiga, baja autoestima, disminución de la libido, aumento de la somnolencia diurna y un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como diabetes, demencia o Alzheimer”, señala Rodríguez. En cambio, dormir mucho “puede ser un signo de un trastorno de sueño, estar vinculado a enfermedades como la narcolepsia o problemas mentales, la ingesta excesiva de alcohol y de ciertos fármacos”, concluye la doctora García.



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