Por Sergio Díaz
10 de octubre de 2024Más de 1.000 millones de personas enfrentan algún tipo de trastorno mental en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo que indica la urgencia de visibilizar esta realidad y fomentar una conversación abierta sobre el cuidado de la mente.
Especialistas como Alejandra Riera Catalá, psicóloga infanto-juvenil, y Marisol Roncero, psiquiatra de aldultos, ambas del Centro Creciendo, destacan para Medicina Responsable la necesidad de desmitificar la salud mental y tratarla con la misma seriedad que cualquier otra dimensión del bienestar.
La colaboración entre psiquiatras y psicólogos es importante para tratar a los pacientes de manera integral. Mientras que el psiquiatra, como médico, prescribe medicación cuando es necesario, el psicólogo trabaja con el paciente para desarrollar estrategias de afrontamiento y gestión emocional. “Ambos tratamientos, por separado, pueden ser útiles, pero la combinación de ambos ha demostrado ser mucho más efectiva”, explica Roncero. Sin embargo, Riera advierte que es crucial que los pacientes no depositen toda su confianza en los medicamentos. “La pastilla te ayuda a estar en un punto base, pero es lo que haces en tu día a día lo que marca la diferencia”.
Lejos de ser una preocupación marginal, la salud mental es fundamental para el funcionamiento diario de las personas. “La salud mental es el equilibrio entre nuestras emociones y pensamientos, reflejado en los comportamientos”, explica Alejandra Riera, subrayando que este equilibrio no solo determina cómo interactuamos con el mundo, sino también nuestra salud física. En palabras de la psicóloga, “cuidando la salud mental, cuidamos la sociedad del futuro”.
El impacto de los trastornos mentales no es solo personal, sino que repercute en la estructura social. De hecho, el aumento de trastornos como la depresión y la ansiedad en los últimos años refleja un problema creciente a nivel global. “Los trastornos de ansiedad y depresivos son cada vez más comunes y, lamentablemente, han aumentado considerablemente en los últimos años”, afirma Marisol Roncero.
Uno de los mayores obstáculos en la lucha por una mejor salud mental es el estigma que aún rodea estos trastornos. Un mito especialmente dañino es la creencia de que solo las personas “locas” necesitan acudir a un psicólogo. “La realidad es que todos, en algún momento de nuestras vidas, podemos necesitar apoyo”, aclara Riera, desmontando la idea de que la ayuda psicológica está reservada únicamente para trastornos graves como la esquizofrenia o el trastorno límite de la personalidad. Pérdidas familiares, crisis laborales o rupturas sentimentales son ejemplos de situaciones que pueden desestabilizar el equilibrio emocional y para las que la intervención temprana es clave. “Cuanto antes se acuda a pedir ayuda, menos graves serán los problemas y mejores los resultados de la terapia”, insiste la psicóloga, enfatizando que el tiempo juega un papel crucial en la recuperación.
Los trastornos mentales tienen múltiples causas, y los profesionales coinciden en que el entorno, la genética y los factores psicológicos se combinan. Para quienes puedan estar en riesgo, identificar los síntomas es fundamental. Desde problemas físicos como cefaleas o taquicardias, hasta señales más sutiles como la irritabilidad, el insomnio o la incapacidad para disfrutar de actividades cotidianas, los síntomas pueden variar, pero la pregunta clave siempre es: “¿Me está dificultando vivir mi día a día?”. Si la respuesta es afirmativa, es hora de buscar ayuda profesional.
El estrés, omnipresente en la vida moderna, es uno de los principales desencadenantes de trastornos mentales. “El estrés puede desencadenar trastornos de ansiedad o depresivos si no se gestiona adecuadamente”, advierte Roncero. Además, los trastornos psicosomáticos, aquellos en los que el cuerpo somatiza el malestar emocional, son cada vez más comunes. Problemas como el colon irritable o las úlceras de estómago pueden tener su origen en una mente sobrecargada y mal gestionada.
Para quienes conviven con una persona que padece un trastorno mental, el desafío puede ser abrumador. Alejandra Riera aconseja que no se intente lidiar con la situación en solitario. “Es fundamental buscar ayuda profesional para que guíe cómo apoyar a esa persona”. Además, subraya la importancia de que los cuidadores se cuiden a sí mismos, ya que su propio bienestar es esencial para poder acompañar a quienes lo necesitan.
Aunque los avances en igualdad de género han sido significativos, aún persisten diferencias en cómo hombres y mujeres enfrentan y expresan sus problemas de salud mental. Riera destaca que las mujeres educadas tradicionalmente para expresar más sus emociones tienden a buscar ayuda con mayor frecuencia, mientras que los hombres, muchas veces enseñados a reprimir sus sentimientos, pueden tener más dificultades para acceder a un tratamiento adecuado.
En cuanto a las diferentes etapas de la vida, los trastornos mentales se manifiestan de manera distinta en adolescentes, adultos y personas mayores. “El cerebro se desarrolla de forma diferente en cada etapa, lo que implica una comprensión y manejo distinto de las emociones y pensamientos”, señala la psicóloga, remarcando la importancia de un enfoque adaptado a la edad del paciente.
La prevención es la mejor estrategia para mantener una buena salud mental. Respetar los tiempos de descanso, tener tiempo para practicar ocio, establecer límites y cuidar las relaciones sociales son algunos de los consejos que ambas expertas recomiendan para mantener el equilibrio emocional.
Las campañas de sensibilización y la educación temprana son esenciales, pero Riera señala que el cambio empieza en casa. “Empatizar con las personas que sufren un trastorno mental y educar a nuestros hijos en el respeto y la comprensión es clave para transformar la sociedad”.
En el Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el 10 de octubre, la sociedad enfrenta el reto de entender que la salud mental es tan vital como la física. Los mitos deben ser superados, los estigmas eliminados y el acceso a la atención debe mejorarse para garantizar que todas las personas puedan vivir una vida plena y emocionalmente equilibrada.