Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
17 de marzo de 2025Han pasado más de cinco años desde aquel fatídico día en que España declaró el estado de alarma, sumiéndose en un confinamiento que cambiaría para siempre la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. La Covid-19, una enfermedad desconocida en aquellos momentos, irrumpió en nuestras vidas con una fuerza devastadora, dejando tras de sí un rastro de dolor, incertidumbre y transformación.
Los números son fríos, pero detrás de cada cifra hay una historia humana. Miles de vidas perdidas, familias destrozadas por la repentina partida de seres queridos, profesionales sanitarios agotados hasta la extenuación. La pandemia nos arrebató mucho más que vidas, nos robó abrazos, sueños, celebraciones y una seguridad que habíamos dado por sentada.
Los hospitales se convirtieron en trincheras de una guerra invisible, se vieron desbordados por la avalancha de pacientes, las UCIS se saturaron y se convirtieron en escenarios de lucha a vida o muerte.
Sin embargo, en medio de la oscuridad, también surgieron luces de esperanza y valiosas lecciones. La pandemia puso de manifiesto la importancia crucial de la salud pública y la necesidad de invertir en sistemas sanitarios sólidos y resilientes.
La ciencia demostró su capacidad de respuesta y su poder transformador: en un tiempo récord se desarrollaron vacunas seguras y eficaces que fueron fundamentales para controlar la pandemia y reducir la gravedad de la enfermedad.
Y es que las vacunas no solo reducen el riesgo de contraer la enfermedad, sino que también disminuyen la probabilidad de desarrollar complicaciones graves, la hospitalización y la muerte. Además, y esto también es verdaderamente importante, la vacunación contribuye de forma importante a la inmunidad colectiva, protegiendo a aquellos que no pueden vacunarse por razones médicas.
A medida que caminamos en la era post-pandemia nos enfrentamos a un nuevo desafío: el cansancio vacunal. La fatiga pandémica, combinada con la desinformación y la polarización política, ha llevado a una disminución en la aceptación de las vacunas y las dosis de refuerzo.
No debemos bajar la guardia. La vacunación, con sus dosis de refuerzo, sigue siendo la mejor defensa contra la Covid-19. Es vital que los profesionales de la salud, las autoridades y la población en general sigan promoviendo la vacunación y combatiendo el cansancio vacunal.
Debemos recordar que el virus sigue circulando y que nuevas variantes pueden surgir en cualquier momento, un escenario en el que la complacencia puede revertir los avances logrados y poner en riesgo la salud de todos.
Por este motivo es crucial contrarrestar la desinformación con información científica precisa y accesible. Los profesionales de la salud, los medios de comunicación y las plataformas digitales tenemos un papel fundamental en esta tarea. Parte de nuestra misión consiste en fortalecer la confianza del público en la ciencia y en las instituciones de salud.
Si algo hemos aprendido con la Covid es que la salud es un bien común que debemos proteger juntos, un acto de responsabilidad individual y colectiva que se consigue en gran parte gracias a las vacunas, por eso no debemos permitir que el cansancio vacunal nos impida construir un futuro más saludable y seguro.