Por Andrea Rivero
24 de enero de 2023“Sabemos ahora que el envejecimiento biológico es la causa de la mayor parte de las enfermedades que nos matan”. Así comenzaba la doctora María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), su ponencia en el marco de la jornada científica “Avances en Inmunoterapia I”, celebrada en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. En este sentido, como explicaba el doctor Julio Zarco, gerente de dicho hospital, la inmunología se ha puesto en la palestra, en gran medida, a causa de la Covid-19 y, ahora, términos como terapias CAR-T o telómeros no son tan desconocidos para la ciudadanía.
“Enfermedades como el cáncer o las cardiovasculares o neurodegenerativas tienen su origen en el envejecimiento de nuestro organismo”, explica la doctora Blasco. Este origen común ha sido el factor clave que ha impulsado la investigación en el campo del envejecimiento molecular ya que, las enfermedades son “simplemente” la consecuencia. La doctora también ha puntualizado que nuestros estilos de vida y comportamientos determinan la rapidez con la que transcurre este proceso de envejecimiento. “Si conocemos estas causas individuales podríamos, por una parte, tener biomarcadores que nos ayuden a identificar qué personas están en riesgo de desarrollar este tipo de enfermedades, pero, también podríamos ser capaces de desarrollar intervenciones que permitan retrasar el envejecimiento molecular”, indica la directora del CNIO.
Los telómeros son unas estructuras que protegen nuestros cromosomas y, como consecuencia del proceso de multiplicación celular que se produce conforme envejecemos, se van acortando. Cuando son muy cortos, desencadenan otras causas moleculares del envejecimiento como la inestabilidad cromosómica o la senescencia celular. “Sin embargo, hay un antídoto contra este acortamiento telomérico, porque si no, no sería posible la vida. Este antídoto es una enzima llamada telomerasa”, explica la doctora Blasco.
La telomerasa hace que los telómeros se reseteen, permitiendo que las personas los tengan para toda la vida, por lo que esta enzima es esencial, tanto para vivir, como para evitar el acortamiento de los telómeros que provoca enfermedades.
Sabiendo todo esto, es posible llegar a pensar que el problema se resolvería poniendo en funcionamiento la telomerasa a voluntad del propio profesional médico, algo que en humanos todavía no se ha podido probar. Entonces, ¿qué se puede hacer contra los telómeros cortos? Durante su ponencia, la doctora Blasco explicó que, en investigaciones con ratones ya habían comprobado que la activación de la telomerasa tenía realmente el potencial de retrasar el envejecimiento y alargar la vida de estos animales en un 40%. “Hacíamos que la mayor parte de los ratones llegaran a la vida máxima, es decir, es como si la mayoría de los humanos llegásemos a los 122 años”. Sin embargo, llevar estas investigaciones a los humanos es difícil, “no para estar más jóvenes durante más tiempo y vivir 200 años, sino para poder revertir o frenar la progresión de enfermedades degenerativas que sabemos que tienen origen en los telómeros cortos”, apunta la doctora Blasco.
Y aquí es donde entra la estrategia de terapia génica AAV9-TERT. Esta se basa en vectores adeno-asociados (virus no autónomos que requieren de otro para reproducirse) en los cuales colocan el gen de la telomerasa que cuando entra en el organismo la activan. Utilizando de nuevo ratones, “les hicimos un solo tratamiento intravenoso con estos vectores virales y esperamos a ver qué ocurría. Vimos que los ratones comenzaron a presentar muchísimo mejor aspecto y también comprobamos que retrasábamos todas las patologías asociadas al envejecimiento, incluso el cáncer”, explica Blasco.
Los primeros pasos están dados, pero todavía queda un largo camino para poder aplicar este tipo de terapias en humanos y así curar muchas enfermedades con un importante impacto en la sociedad, como el cáncer.