Por Andrea Rivero
15 de junio de 2023Actualmente se sabe que la enfermedad de Alzheimer puede provocar cambios en el cerebro hasta dos décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas y ahora, investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington, en Estados Unidos, han descubierto que las bacterias que viven en el intestino también sufren alteraciones antes de que surjan los síntomas. Este hallazgo abre nuevas vías de diagnóstico y de tratamiento para la enfermedad a través del microbioma intestinal.
Los investigadores observaron que las personas que se encontraban en la etapa más temprana de la enfermedad, es decir, después de que los cambios cerebrales se activasen, pero antes de que se manifestasen los síntomas cognitivos, albergaban una variedad de bacterias en sus intestinos diferentes a las que tenían personas sanas. Estos resultados, publicados en la revista científica Science Traslational Medicine, abren la posibilidad de analizar las bacterias intestinales para identificar a aquellas personas con mayor riesgo de desarrollar demencia y, de esta manera, diseñar tratamientos preventivos que alteren el microbioma para evitar el deterioro cognitivo.
De acuerdo con uno de los autores del estudio, el profesor Gautam Dantas, “todavía no sabemos si el intestino está influyendo en el cerebro o el cerebro está influyendo en el intestino. Podría ser que los cambios en el microbioma intestinal sean solo una lectura de los cambios patológicos en el cerebro. La otra alternativa es que el microbioma intestinal esté contribuyendo a la enfermedad, en cuyo caso alterarlo con probióticos o transferencias fecales podría ayudar a cambiar el curso de la enfermedad".
En la etapa temprana del alzhéimer, las personas afectadas acumulan grupos de proteínas beta amiloide y tau en sus cerebros, pero no muestran signos de neurodegeneración hasta años después. Los investigadores analizaron muestras de heces, líquido cefalorraquídeo y sangre de 164 personas cognitivamente normales y, además, se les realizó escáneres cerebrales PET y MRI. De esta manera hallaron que 49 de esas personas presentaban signos de acumulación de beta amiloide y tau, es decir, signos de alzhéimer temprano.
Posteriormente, al comparar ambos grupos de personas, se reveló que presentaban marcadas diferencias en sus bacterias intestinales: las especies de estos microorganismos eran diferentes y los procesos biológicos en los que estaban involucrados también cambiaban. Lo cual era sorprendente ya que todas las personas seguían la misma dieta. “Lo bueno de usar el microbioma intestinal como herramienta de detección es su simplicidad y facilidad”, explica Beau M. Ances, coautor de la investigación. “Algún día, las personas podrán proporcionar una muestra de heces y averiguar si tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad de Alzheimer. Sería mucho más fácil, menos invasivo y más accesible para gran parte de la población”.