Por Juan García
17 de octubre de 2024La convivencia con el dolor crónico es una experiencia ya de por sí frustrante y molesta, por la incapacidad de liberarse de él. Pero, además, en estas afecciones existe un sesgo de género tanto a nivel biológico como social, que hace que las mujeres lo sufran con más intensidad y frecuencia y al que, en muchas ocasiones, se le resta importancia.
La conmemoración del Día Mundial contra el Dolor se ha centrado este año en en abordar las diferencias que existen en la afección, la práctica clínica y la investigación de las patologías que lo provocan y que se manifiestan de forma más perjuiciosa para las mujeres.
La anestesióloga y presidenta de la Sociedad Española del Dolor (SED), María Madariaga, explica a Medicina Responsable que “en las afecciones dolorosas que se dan tanto en hombres como en mujeres, las mujeres suelen mostrar una mayor vulnerabilidad”. Y lo ejemplifica con las mayores tasas de diagnóstico que se dan en mujeres de patologías como dolor de cabeza, dolor musculoesquelético, dolor abdominal, artrosis, fibromialgia y trastorno temporomandibular. Además, las mujeres son también más propensas a experimentar más dolor agudo y postoperatorio. Una disparidad que suscriben desde la Sociedad de Médicos de Atención Primaria (Semergen): "observamos que en las mujeres el dolor crónico se presenta con mayor frecuencia, mayor intensidad y tiene mayor duración".
Su compañero, el vicepresidente de la SED y Catedrático de Farmacología, Carlos Goicoechea, señala en primer lugar que las diferencias en cómo afecta el dolor a hombres y mujeres “influyen no solo en la percepción de los estímulos dolorosos, sino en la interpretación de los estímulos dolorosos”. Es decir, que estas diferencias se manifiestan tanto en el sistema nervioso a la hora de detectar un estímulo “peligroso” al que reacciona con dolor, como en la interpretación que hace el cerebro de ese estímulo.
Goicoechea señala que, aunque las diferencias en cuanto a patologías en función del sexo no son significativas, sí que hay una mayor incidencia en mujeres de las afecciones que causan dolor crónico. En este sentido, el vicepresidente de la SED explica las razones biológicas que hay detrás: “De forma genérica podemos decir que los hombres tienen mayor umbral y mayor tolerancia al dolor, es decir, que el estímulo tiene que ser más potente para que sientan dolor y lo aguantan más tiempo”.
Otra de las grandes diferencias se da a nivel social, en cómo se percibe el dolor que manifiestan hombres y mujeres y la importancia que se le da a cada uno. Madriaga destaca que “según trabajos de investigación recientes, el dolor es más frecuentemente invalidado por parte del personal sanitario si la persona se identifica como mujer”. Una invalidación que, según explica, se debe a la percepción de las mujeres como personas “más emocionales y sensibles, lo que lleva a los profesionales a atribuir su dolor a procesos psicológicos en lugar de a etiologías físicas”. Desde Semergen suscriben esta percepción y apuntan que "las mujeres se enfrentan a actitudes escépticas por parte de los profesionales de la salud, quienes tienden a psicologizar su dolor, dudando de la veracidad de sus síntomas".
En el abordaje del dolor crónico en la práctica clínica, se da la paradoja de que, a pesar de ser más frecuente que las mujeres acudan a consulta por estos motivos, no se les da tanta importancia. Los hombres tienen menor tendencia a acudir por esta causa debido a que “muestran más comportamientos como el rechazo de la asistencia sanitaria y el estoicismo, entre otros”, afirma. “Cuesta más encontrar profesionales que crean en el dolor que estamos describiendo, y lo validen como tal, si eres mujer. Esto lleva necesariamente a un retraso diagnóstico y terapéutico, además de una barrera al tratamiento”, argumenta Madriaga. En esta línea, desde Semergen señalan que "la falta de un enfoque inclusivo de género ha perpetuado disparidades en la atención sanitaria".
Su compañero sostiene a este respecto que esta diferencia de trato se traduce en que “al paciente varón se le tiende a hacer más caso y tratarlo con fármacos, mientras que a las mujeres se les recomienda más apoyo psicológico”.
La menor consideración que se presta al dolor de las mujeres también tiene sus raíces en el proceso de investigación de estas patologías, explican desde la SED. Los estudios preclínicos sobre el dolor se han realizado históricamente exclusivamente en roedores machos, por cuestiones de “reproducibilidad de los experimentos con la posibilidad de comparar esos experimentos con otros”, explica Goicoechea. En muchos de estos estudios, se evitaba introducir hembras por “temor a que las hormonas femeninas condujeran a mayores niveles de variabilidad en los datos, lo que requeriría el uso de más animales y aumentar los costes”.
Goicoechea explica que estos sesgos también se han mantenido durante la fase de ensayos clínicos. “Aunque se hacen las muestras incluyen a ambos sexos, luego el análisis de resultados no suele discriminar entre hombres y mujeres”, apunta. Algo que conduce al “enmascaramiento de resultados” ya que si, por ejemplo, se encuentran resultados más predominantes en mujeres, pasan desapercibidos porque “al sumarlos a los de los hombres se equilibran unos con otros”.
“El dolor crónico afecta al 26,5% de los adultos en nuestro país, y las mujeres suelen sufrir más dolor a lo largo de su vida que los hombres”, concluye la presidenta de la SED. Por ello, reivindica mejorar la formación de los profesionales y la sociedad en general para “comprender esas diferencias psicológicas según el género y mejorar la manera de comunicar el dolor”, para facilitar la búsqueda de ayuda. Una visión compartida por Semergen, quienes resaltan que "esesencial que los profesionales de la salud examinen y confronten sus propios estereotipos de género para garantizar que el tratamiento del dolor sea equitativo y eficaz".
Un objetivo que requiere de un esfuerzo conjunto de investigadores, médicos y pacientes para que el dolor ocupe el lugar que le corresponde en la agenda sanitaria y sin discriminación de género. “Es .