Por Julia Porras
13 de noviembre de 2023Álvaro tenía solo tres años cuando sufrió un coma diabético. A partir de ese momento, y tras someterle a varias pruebas, le diagnosticaron diabetes tipo 1, lo que significa que “soy insulinodependiente, es decir, que cada vez que voy a desayunar, almorzar, comer o merendar tengo que medir mi nivel de glucosa y pincharme insulina”. Aún así, relata que su infancia fue feliz y que gracias a los cuidados extremos de su familia y a que le explicaron desde el principio su enfermedad, “tuve una infancia totalmente normal”. Nadie le trató diferente ni se sintió distinto, pero, eso sí, “siempre tuve que ser cuidadoso con lo que comía y recordar que estuviera donde estuviera tenía que ponerme mi dosis de insulina”. La forma en la que a Álvaro se le presentó la enfermedad “es una de las maneras en la que ésta puede debutar y consiste en que la persona, el niño en este caso, se queda con un nivel bajo de conciencia, sin responder a ningún estímulo, por una subida de azúcar, una hiperglucemia”, explica Pedro Gargantilla, médico internista y director Médico de Medicina Responsable.
En la diabetes tipo 1, que afecta aproximadamente a un 10% del total de los casos, el problema se genera en el páncreas, que no produce insulina o produce muy poca. La insulina es una hormona que ayuda a que el azúcar en la sangre entre a las células del cuerpo para usarlo como fuente de energía. El problema es que, sin insulina, el azúcar no puede entrar a las células y se acumula en el torrente sanguíneo. Este tipo de diabetes no tiene cura, y las personas que la padecen tienen que inyectarse insulina toda su vida. Por su parte, la diabetes de tipo 2, enfermedad en la que los niveles de glucosa o azúcar en la sangre son demasiado altos, puede ser un proceso reversible que puede sortearse con un estilo de vida saludable, evitando el sobrepeso y con la práctica regular de ejercicio físico. Además, es clave el diagnóstico precoz para evitar las complicaciones de una enfermedad mal controlada y para mantener unas medidas de autocuidado, una vez diagnosticada la enfermedad.
El caso de Carlos es totalmente diferente. Él, hasta cumplir los 40 años, fue una persona sana, deportista y sin ningún antecedente familiar de diabetes, pero, de repente, desarrolló diabetes de tipo 1. Carlos es también insulinodependiente. “Fue de la noche a la mañana, estuve más de un mes aislado con la Covid y, tras hacerme unos análisis, me salió que era diabético tipo 1. Tengo que pincharme insulina lenta al levantarme y luego, la rápida, tres veces al día en cada comida. Supuso un cambio radical en mi vida”, cuenta Carlos.
Carlos tuvo mucho miedo los primeros días, “de hecho dejé de hacer deporte y reduje toda actividad, porque tenía miedo de sufrir un bajón de azúcar repentino y entrar en coma, una hipoglucemia, que es lo más peligroso, o lo contrario, una hiperglucemia que podía llevarme a un coma diabético”. Carlos utilizaba tiras reactivas para medir continuamente el azúcar en su sangre, pero estas tiras suponen un pinchazo previo en la yema de los dedos para obtener la gota de sangre que las tiras analizan. “Me pasaba el día dándome pinchazos en los dedos”, dice Carlos, tanto es así que “llegó un momento que los tenía en carne viva”.
Afortunadamente existen en el mercado unos dispositivos que permiten a los pacientes de diabetes tipo 1 llevar una vida casi normal. “Cuando descubrí el medidor de glucosa mi vida cambió, porque este sensor me dice, con solo pasar el móvil por encima, si mi nivel de glucosa está bien, o si necesito comer, moverme o pincharme insulina. Además de decirme el nivel de glucosa, me indica la tendencia de subida o bajada del azúcar en mi sangre, lo que me da una gran tranquilidad”, explica Carlos. Además, estos sensores, que se ponen de forma intramuscular en el brazo, tienen unas alarmas que pitan si se está cerca de niveles tanto de hiper como de hipoglucemia.
Además de la insulina, los pacientes de diabetes tienen otras formas de poder controlar la enfermedad. De hecho, el deporte es fundamental para estos enfermos, “porque el nivel de glucosa se puede controlar mediante el ejercicio. Si haces ejercicio probablemente tengas que pincharte menos unidades de insulina. De hecho, mientras hago ejercicio, pueden bajarme mucho los niveles, aunque puedo parar y comer algo. Por otro lado, si estoy sedentario varios días, el nivel de azúcar se me descontrola, por eso sigo con el deporte. Comer mientras hago bici ya se ha convertido en un clásico en mi vida”, explica Carlos.
Aun así, la vida de Carlos y la de toda su familia, al igual que la del resto de pacientes, cambia radicalmente, “ahora ya lo tengo muy asumido, dos años y medio después, pero al principio fue muy duro. Tu vida cambia y sientes que dependes de esos pinchazos para estar bien”.