La cirugía como opción efectiva para tratar la miocardiopatía hipertrófica

La miocardiopatía hipertrófica (MCH) es una enfermedad cardíaca caracterizada por el engrosamiento anormal del músculo del corazón, lo que puede generar obstrucción al flujo sanguíneo y aumentar el riesgo de arritmias graves. Se estima que, aproximadamente, una de cada 250 personas la padecen.

Esta patología ha sido motivo de atención mediática debido a su relación con casos de muerte súbita en deportistas jóvenes. “El engrosamiento puede ser consecuencia de la hipertensión arterial o de un entrenamiento físico prolongado. No obstante, cuando se trata de la MCH es más exagerado y aparece en ausencia de una causa determinada. En la gran mayoría de los casos la enfermedad es heredada. Cada hijo o hija de una persona afectada tiene un 50% de posibilidades de heredarla. Suele desarrollarse durante la adolescencia”, explica a Medicina Responsable la doctora Catheline Lauwers Nélissen, cardióloga de QuirónSalud Valencia.

Los síntomas más frecuentes de la miocardiopatía hipertrófica son la falta de aire, el dolor en el pecho, las palpitaciones, el mareo y la pérdida de conciencia. También, un soplo o un electrocardiograma (ECG) anormal puede ser sospechoso de padecerla. “No obstante, es importante recordar que la MCH puede estar presente a pesar de no tener síntomas. Por ello, la evaluación de familiares de personas con esta patología es importante”, añade la doctora Lauwers. 

Respecto a la incidencia anual de muerte súbita, varía entre un 1% y un 5%. “A pesar de que es la complicación más temida de la miocardiopatía hipertrófica, es un fenómeno relativamente infrecuente y puede ser prevenida en la mayoría de los pacientes. Los que están en riesgo pueden ser identificados por medio de pruebas sencillas y no agresivas, como son un Holter, una prueba de esfuerzo y un ecocardiograma. Para evitarla se implanta un desfibrilador interno”, señala la cardióloga de QuirónSalud Valencia. 

Aunque esta enfermedad no es curable, hay muchas formas de tratamiento disponibles que alivian sus síntomas. “En ocasiones, depende de la presencia o ausencia de obstrucción en el ventrículo izquierdo y, en tal caso, lo más frecuente es que se necesiten fármacos antiarrítmicos, anticoagulantes o, en menor medida, tratamientos más agresivos como la implantación de marcapasos, la ablación septal con alcohol o la cirugía cardiaca (miectomía)”, explica la cardióloga.

Indicaciones para la intervención quirúrgica

La miectomía septal es la cirugía más utilizada. Consiste en la eliminación de una parte del músculo engrosado del tabique interventricular, lo que permite mejorar el flujo sanguíneo y reducir la obstrucción. Se recomienda en pacientes con riesgo de muerte súbita, dificultad para respirar, dolor en el pecho o episodios de desmayo, que no han respondido al tratamiento farmacológico. 

Como cualquier procedimiento quirúrgico, la miectomía septal conlleva ciertos riesgos, como la posibilidad de necesitar un marcapasos, infecciones, sangrado y complicaciones relacionadas con la anestesia. Por ello, realizar la intervención en centros especializados mejora significativamente los resultados, garantizando un tratamiento adecuado y un seguimiento personalizado para cada paciente.

Para algunos pacientes que no pueden someterse a la miectomía septal, existe la opción de la ablación septal con alcohol, un procedimiento menos invasivo que consiste en la inyección de alcohol en la arteria para reducir el músculo engrosado. No obstante, esta alternativa se reserva para casos específicos, ya que produce una lesión controlada en el miocardio.

La recuperación tras las cirugías es favorable, permitiendo a la mayoría de los pacientes retomar su vida cotidiana con normalidad. El proceso postoperatorio requiere un seguimiento médico riguroso, que incluye el control de síntomas, la prevención de infecciones y la participación en programas de rehabilitación cardíaca.

---