Por Juan García
28 de agosto de 2025La cronicidad es el elefante en la habitación del sistema sanitario español, con un crecimiento de la demanda asistencial que engrosa las listas de espera. Liderando los índices de esperanza de vida a nivel europeo y siendo de los primeros a nivel mundial, el envejecimiento de la población española trae consigo una mayor prevalencia de patologías que, una vez diagnosticadas, acompañarán al paciente durante el resto de su vida. En resumidas cuentas, más pacientes y con mayores necesidades de salud. La inversión sanitaria crece año a año y, sin embargo, el acceso de los pacientes al sistema sanitario se encuentra con cuellos de botella que dejan unos dilatados tiempos de espera.
Los datos del Barómetro Sanitario dan cuenta de este fenómeno, con unos tiempos de espera que han empeorado considerablemente desde la pandemia tanto en Atención Primaria (AP) como en consultas de especialistas. Si en 2018 casi la mitad de los encuestados (un 47,5%) pudo conseguir cita con su médico de familia el mismo día o al siguiente, en los primeros meses de 2025 fueron uno de cada cinco (21,4%). En las consultas de especialistas, los tiempos de espera han aumentado, habiendo más del doble de pacientes que esperan más de seis meses para ser vistos por uno de estos facultativos (un 19,5% en 2025 frente a un 6,9% en 2018).
Según esta misma fuente, el porcentaje de pacientes crónicos ha pasado de un 44,6% en 2022 a un 52,2% este año, lo que supone un crecimiento del 17%. Aunque no recoge cifras sobre este aspecto en las ediciones del barómetro previas a la pandemia, datos del INE de 2019 cifraban la prevalencia de la cronicidad en un 30,9%. Otras fuentes, como la Encuesta Europea de Salud en España, del año 2021, elevan la tasa hasta el 54%. Las cifras varían en función de la metodología empleada y del número de enfermedades que se incluyen como crónicas, pero lo que queda claro es que la cronicidad es un fenómeno creciente en nuestro país y ligado al envejecimiento. Del impacto de la cronicidad también dan cuenta otras cifras recientes de Eurostat, que, si bien constatan el liderazgo de nuestro país en esperanza de vida, lo sitúan por debajo de la media europea en cuanto a años de vida saludable.
Con el diagnóstico claro, las estrategias para revertirlo son más complejas. Las reivindicaciones de los profesionales sanitarios se centran en pedir tres cosas: mejores condiciones laborales, más medios y, sobre todo, más profesionales. La inversión sanitaria viene en aumento en los últimos años, con un crecimiento del 27,3% entre 2017 y 2023 según el informe anual del Sistema Nacional de Salud de 2023 el gasto sanitario público ha crecido un 27,3% desde 2017. Las comunidades autónomas aplican diversas recetas para atraer y retener profesionales, mientras las plazas de formación MIR también vienen en aumento, batiendo un nuevo récord para la convocatoria del próximo año.
Sin embargo, estas medidas no revierten la tendencia nacional tanto en listas de esperas como en sensación de saturación por parte de profesionales y pacientes. Al igual que la propia enfermedad, el atasco del sistema sanitario parece haberse cronificado con unos tiempos de espera estancados y unas plantillas que reclaman más tiempo para poder atender a los pacientes.
El aumento de la demanda asistencial obliga a rediseñar las estrategias para abordar el aumento de la cronicidad, que se prevé que aumente en las próximas décadas. Desde los servicios de salud cobra fuerza la idea de que es necesario adaptar el sistema a un enfoque más preventivo de la enfermedad y no puramente asistencial. Por ello, profesionales y autoridades tratan de volcar sus esfuerzos en la promoción de hábitos de vida saludables, que pasan desde la nutrición a la prescripción de actividad física, así como pautas y tratamientos para cuidar la salud mental.
Frente a estas dinámicas no existen fórmulas mágicas, pero lo cierto es que la atención a la cronicidad se ha convertido en uno de los asuntos prioritarios de la agenda sanitaria. La sanidad pública atraviesa un círculo vicioso en el que el incremento de las consultas da lugar a mayores tiempos de espera, así como una mayor frustración de los usuarios y los profesionales con la atención sanitaria. Un reto mayúsculo frente al que no son efectivas soluciones a corto plazo.