Por Virginia Delgado
12 de mayo de 2025“¿Por qué no? No pierdo nada”. Esto es lo que se dijo el enfermero Antonio Alemán González cuando una amiga y compañera de la universidad le animó a irse a trabajar a Noruega. En aquel momento, hace ahora dos años, trabajaba al mismo tiempo en tres hospitales madrileños haciendo diferentes jornadas para llegar a una completa y “a un sueldo bien”, como comenta a Medicina Responsable. “Iba un par de días sueltos a uno, en otro hacía el 30% de la jornada, en el tercero el 50%...”, añade.
La experiencia de vivir en otro país y las buenas condiciones que le ofrecían se unieron a la nómina, que era el doble de la que cobraba en España. “Allí me pagaban el alojamiento, el transporte y los vuelos a España. Mi sueldo era de 3.800 euros”, nos dice. Alemán habla en pasado porque regresó a España hace tres semanas por motivos personales, pero no tiene ninguna duda de que volverá. “En Noruega están faltos no sólo de enfermeras, también de médicos y de auxiliares”, comenta.
Antes de mudarse al país escandinavo, concretamente a Bergen, Alemán realizó un curso intensivo de noruego a través de la empresa que le tramitó todos los papeles. “Tuvo una duración de seis meses e iba de lunes a viernes cinco horas al día. Conocer el idioma es imprescindible para trabajar allí. De hecho, hasta que se tiene un poco de soltura, realizas lo que se llama ‘prácticas del idioma’”, explica a Medicina Responsable. En su caso, las realizó en una residencia de mayores.
Una vez solventado el obstáculo de la lengua, el enfermero español reconoce que lo más difícil para él fue la soledad que sintió las primeras semanas y la relación con los noruegos. “La gente es distinta, tiene otra manera de ser, es más fría. La suerte que tuve fue que Bergen es una ciudad grande y hay muchos españoles. En este caso, la experiencia se vuelve mucho mejor”, manifiesta.
Para Antonio Alemán González trabajar como enfermero en Noruega fue una buena y acertada decisión, sólo le pone un “pero”: realizó más tareas de auxiliar que de enfermero y eso le bajaba el ánimo en determinados momentos. “Allí, si no dominas bien el idioma no te dan la oportunidad y eso lleva tiempo y yo estuve un año y cinco meses”, explica.
Aun así, anima a todos sus colegas a tomar la iniciativa de trabajar en el extranjero. “Les diría que den el paso y que lo prueben. Siempre hay tiempo para echarse atrás. Hay días eufóricos y días tristes, pero la experiencia te aporta un montón de cosas. Además, en España la cosa no va a cambiar”. El enfermero lo dice muy convencido porque lo pudo comprobar hace tres semanas cuando regresó. “No tiene pinta de que la situación para las enfermeras haya variado. Aquí tienen que modificarse muchas cosas; deberían hacer contratos estables, subir los sueldos…”, añade.
El enfermero está volviendo a su rutina poco a poco. Ahora trabaja en uno de los hospitales donde estaba antes de poner rumbo a Noruega, pero sólo dos días a la semana. “Tengo que seguir buscando. No he podido subir en la bolsa de empleo porque lleva un año que te convaliden el tiempo trabajado en el extranjero. No sé cuánta puntuación me darán; si será la máxima o la mínima”, concluye.