Por Clara Arrabal
23 de julio de 2025En un contexto de cambio climático donde las olas de calor son cada vez más frecuentes e intensas, la capacidad de adaptación de nuestras ciudades se ha convertido en una necesidad urgente. De hecho, según un estudio del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), se estima que entre el 44% y el 54% de la mortalidad estival relacionada con el calor entre 2015 y 2021 puede atribuirse al calentamiento global, lo que corresponde a entre 19.000 y 28.000 muertes anuales.
En este escenario, las grandes urbes son las que más sufren los efectos de las altas temperaturas, entre otros factores por la falta de zonas verdes o la concentración de infraestructuras. “El asfalto, por ejemplo, es uno de los grandes generadores del efecto isla de calor. Absorbe durante el día y expulsa calor por la noche, por lo que podría sustituirse por pavimentos menos irradiantes como el granito o la piedra caliza”, propone José Luis Esteban Penelas, catedrático de Arquitectura de la Universidad Europea de Madrid. Por su parte, desde el punto de vista sanitario, la profesora de Enfermería de la Universidad Europea Verónica Saldaña, asegura que “aunque el calor urbano tiene efectos más intensos, la concienciación ciudadana aún es limitada y desigual”.
Lo cierto es que, en 2024, las olas de calor provocaron más de 2.000 muertes en España, que equivalen a tres fallecimientos al día por altas temperaturas, por lo que adaptar los espacios públicos al calor se ha convertido ya en una cuestión de salud pública. Pero ¿tenemos recursos suficientes para comenzar con el cambio? Y, en cuanto a la percepción del riesgo, ¿estamos concienciados?
Desde hace unos años, han sido múltiples las iniciativas por parte de la Administración para fomentar ciudades que, no solo prevengan las enfermedades, sino que promocionen la salud. Ejemplo de ello es la “Guía para planificar ciudades saludables”, publicada por el Ministerio de Sanidad, o la última iniciativa, denominada “¡Actuar y transformar! Urbanismo táctico para mejorar la salud en el entorno local”, que se presenta como una “oportunidad para promover y proteger la salud de las personas”, según retrata el propio documento.
"El entorno urbano y la salud están directamente relacionados: nuestra salud depende de las circunstancias en las que las personas nacen, crecen, viven, trabajan y envejecen”, explica la guía. Por ello, ofrece a los ayuntamientos soluciones sencillas y económicas para crear espacios urbanos más saludables, seguros e inclusivos; y proporciona herramientas concretas para mejorar la movilidad activa, reducir la contaminación y fomentar la convivencia en el espacio público como carriles bici temporales, zonas escolares pacificadas, parklets o la recuperación de plazas para el peatón.
“Esta guía se dirige a responsables municipales, personal técnico, urbanistas, sanitarios y actores comunitarios”, apuntan desde el Ministerio de Sanidad, pues incluye principios, objetivos, metodologías y una completa caja de herramientas para planificar, ejecutar y evaluar intervenciones de urbanismo táctico. Además, alienta a los municipios a integrar este tipo de acciones dentro de sus políticas locales y estrategias urbanas, en coherencia con la Agenda Urbana Española y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Una de las principales medidas que plantea esta iniciativa es la adaptación de los espacios públicos a las altas temperaturas, un desafío que cada vez está más presente debido a las inclemencias climáticas que se presentan cada verano. En este sentido, la clave reside en “replantear materiales, formas y usos del espacio urbano”, como afirma el experto José Luis Esteban Penelas. Entre estos, se encuentran los asfaltados, las viviendas, “ya que la mayoría no están preparadas para las altas temperaturas”, o la cubierta de los propios edificios, pues sus fachadas podrían ser grandes aliados “para disminuir la acumulación térmica, favorecer la ventilación y utilizar tecnologías inteligentes que generen sombra o actúen como reguladores climáticos”.
Otro de los secretos para adaptar las ciudades al calor está en los árboles y la vegetación, aunque advierte: “No basta con plantar árboles de forma aislada, la vegetación urbana debe entenderse como parte estructural de la ciudad. Hay que pasar de la idea de una ciudad con árboles a una ciudad que sea un bosque en el que el agua forme parte del diseño, con sistemas de pulverización, canales, fuentes o pérgolas naturales que aporten sombra y frescor”, afirma.
En este contexto de adaptación, los espacios dedicados a la salud juegan un papel fundamental para frenar los daños del calor en las personas más vulnerables. De hecho, según afirma la profesora de Enfermería Verónica Saldaña, “aunque los hospitales y centros sanitarios deben priorizar su función asistencial y no convertirse en refugios climáticos para evitar sobrecargar el sistema sanitario, sí pueden adaptarse para proteger a quienes ya están dentro”.
Además, destaca que “es esencial fomentar la educación y concienciación sanitaria comunitaria para adaptar nuestras rutinas a las altas temperaturas", con simples gestos como mantener una hidratación adecuada, incluso sin sensación de sed; evitar la exposición solar directa en las horas centrales del día y utilizar ropa ligera, transpirable y de colores claros; reorganizar horarios de actividades físicas o laborales para realizarlas en momentos más frescos o revisar tratamientos farmacológicos que puedan aumentar el riesgo de deshidratación o golpe de calor.