Por Clara Arrabal
15 de julio de 2025El Ministerio de Sanidad ha publicado los datos de las muertes atribuibles por calor en España entre el 16 de mayo y el 13 de julio de 2025, lo que ha puesto de manifiesto unas cifras notablemente superiores a las del mismo periodo de 2024. En total, se han notificado 1.180 decesos achacables a esta causa, un 1.035% más que el pasado año según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) y del Instituto de Salud Carlos III, a través del sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo).
Este incremento tan acusado de los decesos podría deberse a que el periodo analizado ha sido excepcionalmente caluroso, caracterizándose por un aumento sin precedentes de las temperaturas medias. De hecho, el mes de mayo de 2025 ha sido el segundo más cálido registrado globalmente y junio, el mes más anómalamente cálido desde que hay registros. “Este año España ha experimentado una sucesión de olas de calor de intensidad y duración excepcionales, con temperaturas sostenidas muy por encima de los umbrales considerados de riesgo para la salud humana. Según datos del Ministerio de Sanidad, se han registrado más de 70 activaciones del nivel rojo por calor extremo en apenas dos meses, una cifra sin precedentes en los registros recientes”, apunta Verónica Saldaña, profesora de Enfermería de la Universidad Europea.
Según los registros de la AEMET, el mes de junio de 2025 ha alcanzado una temperatura media mensual de 23,6ºC, superando en 0,8ºC el anterior máximo histórico registrado en junio de 2017 y excediendo en 3,5ºC la media del periodo climático 1991-2020. Por ello, se han registrado 76 niveles de riesgo rojo por calor extremo en distintas zonas del país, lo que contrasta con los datos del mismo periodo de 2024, cuando no se activó ningún nivel rojo.
En 2024 se contabilizaron 114 muertes atribuibles al calor, este año son 1.180
Ante este escenario, los efectos de las altas temperaturas sobre la salud han sido claramente notorios: el sistema MoMo del Instituto de Salud Carlos III ha atribuido un total de 1.180 fallecimientos a las olas de calor en el periodo comprendido entre el 16 de mayo y el 13 de julio de 2025, lo que representa un aumento respecto al mismo periodo de 2024 del 1.035%, en el que se registraron 114 muertes. Además, en la primera semana del mes de julio, los fallecimientos atribuibles al calor aumentaron un 47% respecto al global del mes de junio, lo que revela una tendencia ascendente en los impactos sobre la salud.
Respecto al análisis del perfil demográfico de los fallecimientos, el 95,08% de estos tenía más de 65 años y el 59,24% eran mujeres. Según Verónica Saldaña, “desde la perspectiva de la enfermería y la salud pública, este grupo poblacional presenta una menor capacidad de adaptación fisiológica al calor, así como una mayor prevalencia de enfermedades crónicas que pueden descompensarse ante temperaturas extremas”. Además, añade, “muchas de estas personas viven solas o en condiciones de vulnerabilidad social, lo que dificulta la implementación de medidas preventivas eficaces”.
Por territorios, las comunidades autónomas más afectadas han sido Galicia, La Rioja, Asturias y Cantabria; algo que puede deberse a los “nuevos patrones estacionales que está produciendo el cambio climático al adelantar y prolongar los episodios de calor extremo” Por ello, la experta apuesta por realizar “una revisión profunda de los sistemas de alerta temprana, los protocolos asistenciales y las estrategias de prevención comunitaria, especialmente en el ámbito de la atención primaria y la enfermería comunitaria”.
Según el servicio europeo Copernicus, el mes de mayo de 2025 fue el segundo más cálido registrado globalmente. Además, en dicho periodo la temperatura global del aire fue de 15,79 ºC, 0,52 grados por encima de la media para mayo en el periodo 1990-2020.
Por otro lado, el mes de junio de 2025 fue el mes más anómalamente cálido en España desde que hay registros, según el balance climático de la AEMET. Durante este, la temperatura media, de 23.7 ºC, superó en 3.6 ºC al promedio del período de referencia, lo que lo convierte en el mes más anómalamente cálido desde que hay registros, superando a octubre de 2022. Fue también un mes seco, con unas precipitaciones que alcanzaron únicamente el 68 % del valor promedio normal.
Respecto a la primera semana del mes de julio, el informe del Ministerio de Sanidad demuestra que los fallecimientos atribuibles al calor aumentaron un 47% respecto al global del mes de junio, lo que revela una tendencia ascendente en los impactos sobre la salud.
Ante esta situación, Verónica Saldaña considera imprescindible reforzar las campañas de educación sanitaria, adaptándolas a los distintos contextos socioculturales y utilizando canales de comunicación accesibles y eficaces. “La enfermería tiene un papel clave en este proceso, no solo como transmisora de información, sino como agente de cambio en las comunidades. Promover hábitos saludables, identificar situaciones de riesgo y acompañar a las personas en la adopción de medidas protectoras son acciones fundamentales para reducir la mortalidad asociada al calor en un contexto de cambio climático cada vez más exigente”, afirma.
A pesar de que el Plan Nacional de Actuaciones Preventivas de los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud entró en vigor el pasado 2004, este verano el Ministerio de Sanidad ha incorporado modificaciones en las variables para calcular los umbrales de referencia del impacto del calor en la salud. Esto, según la experta, puede provocar implicaciones importantes tanto en la interpretación de los datos como en la formulación de políticas públicas.
Las defunciones diarias y la temperatura máxima siguen siendo los parámetros utilizados para analizar el impacto del calor en la salud, pero con algunos matices: mientras que en 2024 el Ministerio de Sanidad analizó el recuento del número de defunciones por todas las causas excepto por accidentes, en 2025 se han contabilizado las defunciones diarias por causas naturales. Además, el pasado año los datos se recogieron a nivel provincial y, en este año, se han contabilizado teniendo en cuenta las diferentes “zonas meteosalud”, una división que responde a criterios ambientales y no territoriales.
De esta manera, mientras que la “defunción por todas las causas” engloba cualquier motivo de fallecimientos, la “defunción por causas naturales” se refiere específicamente a la muerte como resultado de enfermedades o procesos biológicos internos, sin intervención de factores externos o lesiones como homicidios o suicidios.
“Por un lado, esta nueva metodología permite una mayor precisión en la atribución de fallecimientos directamente relacionados con el impacto fisiopatológico del calor, excluyendo otras causas que podrían distorsionar el análisis. Sin embargo, también introduce una discontinuidad en las series históricas, dificultando la comparación directa con años anteriores y, por tanto, la evaluación de tendencias a largo plazo”, argumenta. Además, hace hincapié en la necesidad de comunicar estos cambios “de forma clara y transparente” para garantizar una interpretación adecuada de los datos, así como una planificación eficaz para reforzar las intervenciones preventivas.