Por Medicina Responsable
23 de julio de 2025Elegir el momento en el que darle un teléfono inteligente a un menor es un gran quebradero de cabeza para muchos padres. Aunque los dispositivos cuentan con opciones de restricción y control parental, la forma de gestionarlo plantea muchos dilemas para los tutores y puede abrir la puerta a usos conflictivos o abusivos del dispositivo que pasen factura a la salud de los menores.
Para arrojar luz sobre cómo impacta la posesión de estos teléfonos desde edades tempranas, un equipo de investigadores estadounidenses ha realizado un estudio global con la base de datos más grande del mundo sobre bienestar mental, el Global Mind Project. El equipo de expertos de Sapien Labs analizó los efectos sobre la salud mental de más de 100.000 jóvenes, concluyendo que los jóvenes de 18 a 24 años que habían recibido su primer teléfono inteligente a los 12 años o menos son más propensos a reportar pensamientos suicidas, agresión, desapego de la realidad, peor regulación emocional y baja autoestima.
Estos resultados, que recoge la revista Journal of Human Development and Capabilities, muestran también evidencia de que estos efectos están en gran parte vinculados con el acceso temprano a las redes sociales y mayores riesgos de acoso cibernético, trastornos del sueño y malas relaciones familiares en la edad adulta. "Nuestros datos indican que la posesión temprana de un teléfono inteligente, y el acceso a las redes sociales que a menudo conlleva, está vinculada con un cambio profundo en la salud mental y el bienestar en la adultez temprana", comenta la neurocientífica Tara Thiagarajan, autora principal y científica jefa de Sapien Labs.
Además de las redes sociales, el estudio ha encontrado otras variables que influyen en estas correlaciones, como el ciberacoso, la alteración del sueño y las malas relaciones familiares, lo que provoca síntomas en la edad adulta que pueden pasar desapercibidos por no ser tan fácilmente identificables con estas patologías en base a las herramientas de detección estándar.
En general, estudios previos sobre el tiempo de pantalla, el acceso a redes sociales y teléfonos inteligentes, así como diversos resultados en materia de salud mental, han mostrado efectos negativos, pero también resultados mixtos y a menudo contradictorios, lo que dificulta la gestión de este problema por parte de los responsables políticos, las escuelas y las familias. Es posible que esto se deba al uso de herramientas de detección que no detectan los síntomas críticos asociados.
Para este nuevo análisis, el equipo de Sapien extrajo datos de su Proyecto Global Mind y luego utilizó el Cociente de Salud Mental (MHQ), una herramienta de autoevaluación que mide el bienestar social, emocional, cognitivo y físico, para generar un puntaje general de "salud mental".
Sus resultados mostraron, en primer lugar, síntomas específicos más fuertemente vinculados con la posesión previa de un teléfono inteligente que incluyen pensamientos suicidas, agresión, desapego de la realidad y alucinaciones. Asimismo, los adultos jóvenes que recibieron su primer teléfono inteligente antes de los 13 años obtuvieron puntuaciones más bajas en el MHQ, y estas puntuaciones disminuyeron progresivamente a medida que la edad de su primera adquisición era menor.
En consecuencia, el porcentaje de personas consideradas angustiadas o con dificultades (con puntuaciones que indicaban cinco o más síntomas graves) aumentó un 9,5% en las mujeres y un 7% en los hombres. Este patrón se mantuvo constante en todas las regiones, culturas e idiomas, lo que indica un período crítico de mayor vulnerabilidad.
Por otra parte, se observó que la propiedad a una edad más temprana también está asociada con una menor autoimagen, autoestima, confianza y resiliencia emocional entre las mujeres, y una menor estabilidad y tranquilidad, autoestima y empatía entre los hombres.
Los investigadores reconocen que la pandemia de la Covid-19 puede haber magnificado estos patrones, pero la consistencia de estas tendencias en todas las regiones del mundo sugiere un impacto más amplio en el desarrollo del acceso temprano a los teléfonos inteligentes.
En base a estos hallazgos, y dado que la edad a la que los menores cuenta con su primer teléfono inteligente está muy por debajo de los 13 años en todo el mundo, los autores instan a adoptar enfoques preventivos y fomentar la educación en alfabetización digital, así como exigir la rendición de cuentas a las empresas tecnológicas.
A la par que se ha transformado la forma en que los jóvenes se conectan y desarrollan con estas nuevas tecnologías, ha aumentado la preocupación por la exposición a contenido dañino. Aunque muchas plataformas de redes sociales establecen una edad mínima de 13 años para usuarios, su aplicación es inconsistente. Mientras tanto, la edad promedio de compra de un primer teléfono inteligente sigue disminuyendo, y muchos niños pasan horas al día con sus dispositivos.
Actualmente, el panorama internacional en torno a la prohibición de teléfonos en las escuelas es dispar. En los últimos años, varios países, como Francia, Países Bajos, Italia y Nueva Zelanda, han prohibido o restringido el uso de teléfonos celulares en instituciones. Si bien los resultados de estas medidas son limitados, un estudio encargado por el gobierno holandés ha detectado una mayor atención entre los estudiantes.
Los autores reconocen que la evidencia actual no prueba una relación causal directa entre la posesión temprana de un teléfono inteligente y la salud mental y el bienestar posterior, pero argumentan que la escala del daño potencial es demasiado grande para ignorarla.