Por Juan García
22 de diciembre de 2023Por la religión, la política o el fútbol. Por las malas relaciones entre miembros de la familia o por rencillas pendientes entre ellos. Por elegir el canal de televisión para ver las campanadas. Por el cuñado que sabe de primera mano y mejor que nadie cómo está la situación en los conflictos bélicos de oriente medio o la suegra que insiste en que la receta canónica del estofado no es así y está más rica de otra forma. Por todas estas razones, entre otras tantas, surgen roces, conflictos y disputas que terminan por convertir muchas celebraciones navideñas en un campo de batalla improvisado con las botellas de anís, champán, el queso y el jamón (en el mejor de los casos) como testigos.
El aura alegre y festivo que permea los ambientes navideños con sus luces, elementos decorativos y villancicos, tiene también efectos adversos para la salud mental de muchas personas. Anushik Harutyunyan, psicóloga de Onelife Center, apunta que esa “felicidad” que emanan las fiestas navideñas hace referencia a una perspectiva hedónica del bienestar personal, es decir, basado en “experiencias que maximizan el placer”. La búsqueda de este placer hedónico, “aplazando la realidad y enmascarado las emociones, como si los problemas desaparecieran en estas fechas”, puede afectar de manera negativa a nivel psicológico. “La felicidad tiene poco que ver con luces y regalos, sino más bien con un estado de armonía con uno mismo, crecimiento personal y autoestima”, explica Harutyunyan. En este sentido, la psicóloga sanitaria y experta en bienestar personal, Elena Daprá, advierte del “elevado coste psicológico” que conlleva fingir una felicidad que no se siente y destaca la importancia de “ser coherente con los sentimientos propios”.
Los psicólogos consultados coinciden en la constatación, desde su experiencia clínica, del aumento de pacientes en consulta con problemas derivados de estas festividades. “Yo creo que no es que surjan más problemas de salud mental, más bien, la gente que no tiene bienestar psicológico aprovecha el comienzo de año y acude a terapia como propósito de año nuevo”, apunta Daprá. Lo que también se encuentra el psicoterapeuta y director del Instituto de Terapia Familiar Sistémica (ITAD), Eduardo Brik, es un aumento de los problemas relacionales entre los pacientes que ya estaban en tratamiento: “entre un 50% y un 70% de los pacientes de psicoterapia que tratamos manifiestan problemas relacionales una vez han pasado las fiestas”.
“Cuando los problemas emergen en estas festividades, el problema no es de las reuniones sociales, sino que estos eventos simplemente hacen aflorar un problema previo que no se ha sabido gestionar por falta de comunicación o por un conflicto no resuelto”, considera Brik, a propósito de las situaciones conflictivas más recurrentes. En líneas generales, para evitar las discusiones sobre temas espinosos, Daprá aconseja no abordar estas conversaciones “con la intención de imponer nuestro criterio y rebajar el nivel de vehemencia”, algo que “culturalmente somos muy propensos a hacer”, señala la psicóloga.
Otro motivo habitual de conflicto es la mala relación entre los invitados a estas celebraciones, bien sean amigos o familiares de sangre o políticos. En estos casos, las recomendaciones pasan por centrarse en los vínculos positivos y evitar los que generan más conflicto, siempre manteniendo el respeto. Daprá apuesta por mantener un equilibrio en las relaciones “sin fingir” y por “la mano izquierda” con esas personas que, aunque a uno mismo no le generen confianza, son apreciados por alguno de nuestros seres queridos. Un respeto que debe ser siempre “bidireccional”, matiza.
A barriga llena, corazón contento, que dice el refrán, y en estas fiestas la comida puede ser un aliado para combatir la desgana que experimentan muchas personas para acudir. “En terapia me encuentro con casos de padres que no saben cómo afrontar la negativa de sus hijos a acudir a las cenas. En estos casos hay que tratar de darle la vuelta y buscar algo que le agrade, como puede ser la comida”, comenta Brik. Pero cuando los preparativos de estas reuniones se convierten en causa de estrés, Daprá destaca la importancia de recordar la verdadera esencia de la Navidad: “yo creo que lo más importante es compartir miradas, sonrisas. Compartir tiempo, en definitiva, que es lo más efímero”, opina la psicóloga, que contrapone estos momentos a la elaboración de sofisticados menús o regalos exclusivos.
Aunque las recomendaciones son fomentar un ambiente cordial y evitar las disputas, también se dan muchos casos en los que es necesario poner unos límites, según recomiendan los expertos. “Si, por ejemplo, el hermano de mi pareja intercede en nuestra relación con la intención de romper nuestro vínculo o hacer daño, también es positivo saber decir que no o plantarse y no acudir”, ejemplifica Brik. Ante la disyuntiva de decidir a qué reunión acudir en caso de tener la opción de acudir a más de una, ya sea con amigos o con otra parte de la familia, el psicoterapeuta destaca la importancia de “priorizar el bienestar personal” y ser capaz de defender que la toma de esta decisión no implica un rechazo a la familia o el grupo con el que no se comparta ese día.
En el caso de personas con antecedentes por otros problemas psicológicos, las celebraciones navideñas pueden suponer un agravante. Así, para las personas con problemas de adicción al alcohol, las drogas o con trastornos alimenticios, estas fechas representan un momento crucial para la salud mental. Por otro lado, la acumulación de tantas citas en tan poco tiempo provoca una saturación para las personas con problemas de socialización. En lugar de verlo como algo exclusivamente personal, Brik trata de que sus pacientes lo entiendan como “una oportunidad para afrontarlo y conectarse, para socializar”. También reconoce que, en el caso de personas que manifiestan una negativa rotunda ante estas situaciones, no se debe abogar por la imposición.
En definitiva, la celebración de las festividades navideñas supone para muchos una época de regocijo con los seres queridos y, para otros, un tedio fruto de las convenciones sociales. Sea cual sea el grupo con el que se identifique cada uno, lo más importante es ser consciente del estado emocional propio y actuar en consecuencia, acudiendo al consejo profesional siempre que sea necesario.