Por Aurora Molina
4 de enero de 2024Turrones, polvorones, la copita de vino con el aperitivo antes de la comida, las cervezas de después y el chupito de postre. Siempre que llega la Navidad el menú durante unos 15 días suele ser muy similar: gambas, carne, embutidos de todo tipo, canapés, sopas, alcohol en exceso y un largo etcétera. Todo esto tiene ciertas consecuencias en nuestro organismo y en nuestra mente. En primer lugar, porque estamos la mayor parte del tiempo comiendo y bebiendo, y en segundo, porque cuando acaban las fiestas llegan los propósitos de año nuevo que hay que cumplir. Todos tenemos en mente el principal: adelgazar. Y aunque aún falta el roscón, ya hay quienes se han vuelto a apuntar al gimnasio y están pensando en cómo eliminar en un santiamén todo lo que han comido durante estos días.
En este contexto aparece un protagonista que cada año se repite, las dietas milagro. “Son aquellas que prometen una pérdida importante de peso en un corto periodo de tiempo. Este tipo de estrategias tienen efectos perjudiciales, tanto a nivel metabólico como a nivel psicológico”, explica la doctora Nuria García de la Torre, endocrinóloga de adultos en el Centro Creciendo de Madrid. “A nivel metabólico, reducir drásticamente el aporte de energía es interpretado por nuestro cuerpo como una agresión de la que se defiende ahorrando porque recibe mucho menos. Es decir, nuestro metabolismo basal disminuye para adaptarnos a la nueva situación”, añade. Además, asegura que la pérdida brusca de peso también conlleva una pérdida de masa muscular. “El metabolismo basal depende en gran medida de nuestra masa muscular, por lo que su pérdida lo reduce todavía más. Esta disminución es la principal responsable del efecto rebote al volver a la ingesta habitual, llegando a ganar incluso más peso que el previo”.
Más allá de los efectos que provoca en nuestro cuerpo, también lo hace en nuestra mente haciendo que tengamos una imagen distorsionada de lo que vemos en el espejo. Según la doctora García de la Torre, estas conductas “fomentan el sentimiento de culpabilidad, como si tuviésemos que purgar nuestro pecado tras las Navidades, lo que en algunas ocasiones favorece la aparición de trastornos de la conducta alimentaria. Además, estas restricciones severas muchas veces son seguidas de ingestas compulsivas una vez finalizada la fase de ‘dieta detox o de compensación’”.
Debido a que vivimos en la sociedad de la inmediatez, como refleja la doctora García de la Torre, estamos acostumbrados a tener los resultados aquí y ahora. Sin embargo, nuestro organismo es más complejo que todo esto, por lo que si queremos cambiar algo en él, debemos ser conscientes de que es un proceso lento y que requiere de mucha delicadeza para conseguir un resultado saludable. “Las dietas ofrecen un objetivo temporal, se realizan únicamente durante unas semanas”, explica. “Realmente no se trata de estar a dieta toda la vida, sino de cambiar el foco, que no debe ser el peso a corto plazo, sino buscar la salud a largo plazo. Alimentarse bien es un acto de amor propio. Es paradójico que cuando alguien realiza una comida copiosa, regada con abundante alcohol y rematada por un gran postre dulce, se haga el comentario de ‘¡Cómo te cuidas!’. Esto no es autocuidado, como tampoco lo es seguir una dieta deficitaria para alcanzar un peso ideal. Cuidarse empieza por no culpabilizarnos ni rechazarnos por nuestra imagen corporal y por buscar un modo de vida que nos permita una máxima funcionalidad y energía, nos haga sentir bien y nos mantenga libres de enfermedades el mayor tiempo posible”, añade.
Siguiendo las recomendaciones de la doctora Nuria García de la Torre, para llevar una buena alimentación “no es necesario contar calorías”. Para ella lo fundamental es “saber que es tan importante lo que se come como lo que no. Es decir, tan necesario es comer cinco raciones entre fruta y verdura diarias, como eliminar los azúcares añadidos, los ultraprocesados y el alcohol”. De esta manera, las principales pautas para llevar una buena alimentación según la doctora son: