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La sangre llega en drones a los campos de refugiados

Más de 400 personas han sobrevivido en el mayor campo de refugiados de Ruanda gracias a las trasfusiones y cirugías urgentes, sobre todo mujeres embarazadas

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La sangre llega en drones a los campos de refugiados

Por Clara Arrabal

16 de diciembre de 2025

Los drones ya no son sólo sinónimo de guerra, destrucción o masacre. Ahora también contribuyen a la vida, mejoran la salud y refuerzan los sistemas sanitarios de los lugares más desfavorecidos. ¿Cómo? Abasteciendo a los centros hospitalarios en zonas de conflicto con reservas de sangre o fármacos. “Sin este sistema de drones, muchas de nuestras mujeres embarazadas morirían en el parto desangradas porque el hospital más cercano se encuentra a 100 kilómetros de distancia y tendrían que atravesar unos caminos tortuosos y, por supuesto, muy peligrosos para ellas”, explica a Medicina Responsable el especialista técnico en Salud de Save the Children en Ruanda, Daniel Gatei Waweru, quien opera en el campo de refugiados de Mahama, el más extenso del país y que alberga a 69.000 personas.

Estos “pájaros de la salud” son autónomos, pueden volar a más de 112 kilómetros por hora y trasportar hasta dos bolsas de sangre de 400 mililitros en hielo, lo que ha ayudado a duplicar el número de nacimientos en el campo de refugiados de Mahama, además de reducir a la mitad los traslados urgentes al hospital de mujeres a punto de dar a luz. Y es que una de las tareas en las que más ha contribuido ha sido al alumbramiento de centenares de chicas, la mayoría jóvenes, que sufren complicaciones en el parto, algunos de ellos provocando incluso su muerte o la de sus bebés. “El gran reto para las madres era enfrentar el largo recorrido entre su pequeña aldea y el hospital, pero ahora esa travesía la hacen los drones”, explica Gatei Waweru.

Más de 400 trasfusiones desde 2023

El sistema de drones de Mahama fue implantado por primera vez en el año 2023, cuando el campo de refugiados comenzó a aumentar su tamaño y se hizo fundamental  “tener acceso a cesáreas, cirugías sencillas y transfusiones de sangre”, ya que se encuentra en un distrito remoto de la parte más oriental de Ruanda, junto a la frontera con Tanzania. “Allí estamos prácticamente incomunicados y los trasportes por carretera son muy complicados, por lo que los drones fueron una opción ideal para llevar medicinas a Mahama, y también para abastecer un pequeño banco de sangre que tenemos en el centro médico del campo de refugiados”, comenta Gatei Waweru.

Desde su instalación, el encargado de Save the Children en la zona sostiene que se han realizado 438 trasfusiones de sangre. De ellas, 359 fueron para cesáreas de urgencia y 79 para casos médicos que necesitaban sangre urgente. “Antes se tardaba un mínimo de tres horas en pedir sangre al banco del distrito de Kirehe (el más cercano al campo con hospital), y no era seguro porque la sangre podía deteriorarse durante el transporte. Ahora, como los drones vuelan a unos 120 kilómetros por hora, en unos 30 o 45 minutos garantizan que la sangre se entregue a la temperatura, en las condiciones adecuadas y de manera oportuna”, explica.

“Jeanine y Valerie sobrevivieron gracias a ellos”

Para ilustrar el impacto que ha tenido la instalación del sistema de drones en el campo de Mahala, Gatei Waweru ha recordado entre gran emoción los casos de Jeanine Nibitanga (23 años) y Valerie Mukandamage (32 años), dos chicas que “lograron sobrevivir gracias a las trasfusiones de sangre que recibieron de forma urgente”. La primera de ellas, Jeanine, acudió al centro médico del campo de refugiados en estado de shock hipovolémico debido a una hemorragia interna, fue sometida a una laparotomía de urgencia y recibió una transfusión de glóbulos rojos, plasma fresco congelado y plaquetas. “La mantuvimos en observación durante tres días y pudo volver a casa en buen estado de salud y junto a su bebé”, recuerda, haciendo hincapié en que los casos obstétricos de emergencia que requieren intervenciones para salvar vidas siguen siendo vitales para reducir la mortalidad materna y neonatal de la población de refugiados y las comunidades de acogida.

Por su parte, Valerie ingresó con antecedentes de dos cesáreas previas, como explica Gatei Waweru. “De repente, desarrolló fuertes contracciones, seguidas de una rotura uterina, lo que provocó sufrimiento fetal e hipovolemia materna”, recuerda. Al reconocer la urgencia, el equipo inició los protocolos de emergencia y la paciente fue trasladada inmediatamente al quirófano. “Durante la intervención, el logramos controlar la hemorragia, reparamos la rotura y asistimos el parto de forma segura. Además, debido a la importante pérdida de sangre, la madre recibió transfusiones sanguíneas que le salvaron la vida”, afirma el especialista, notablemente emocionado al hacer memoria y recordar cómo Valerie fue dada de alta a los pocos días con su bebé totalmente sano. “Esto solo es una pequeña muestra de que la tecnología ahorra tiempo, dinero y, lo más importante, vidas”, concluye.



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