Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
6 de febrero de 2023El orgasmo, en términos biológicos, es un proceso neuroendocrinológico enormemente complejo que se traduce en emociones positivas (euforia, seguridad…) y negativas (ansiedad, obsesión…). Y es que, durante el orgasmo, se producen contracciones musculares intermitentes en la región genital, aumenta la respiración, las pulsaciones cardiacas y la presión arterial, al tiempo que el tórax y la cara adquieren una coloración encarnada, el llamado rubor sexual.
También se ha observado que, durante el orgasmo, en las mujeres, se elevan los niveles plasmáticos de progesterona y estradiol, mientras que en los varones se incrementan los de testosterona, hormonas secretadas a nivel gonadal.
Además, en ambos sexos se libera prolactina al torrente circulatorio, una hormona que nos incita a besar, acariciar y expresar cariño, y oxitocina, la cual podría desempeñar unefecto analgésico.
Pero ¿qué es lo que sucede en nuestro cerebro en pleno orgasmo? Sabemos que durante el clímax algunas partes de nuestro cerebro entran en modo “on” mientras que otras sufren un apagado (off). Dado que el acto sexual está gobernado por el instinto y las emociones, no nos debe sorprender que el sistema límbico, la región cerebral responsable de los impulsos, juegue un papel destacado, en detrimento de las regiones cerebrales que regulan el pensamiento racional.
A través de resonancia magnética funcional se ha observado que durante el orgasmo se activan zonas cerebrales relacionados con los circuitos de recompensa, que son bombardeadas por neurotransmisores, fundamental endorfinas y serotonina, que promueven el buen humor, la relajación y el placer. Estas sustancias serían las responsables últimas de que deseemos repetir el acto sexual.
Otra de las zonas cerebrales que son estimuladas son la amígdala cerebral, que regula las emociones, el núcleo accumbens -que libera dopamina- y el cerebelo, que controla las funciones musculares.
Entre las zonas de nuestro cerebro que sufren un “apagado” destaca especialmente la zona orbitofrontal lateral, la parte cerebral encargada de analizar procesos relacionados con el control y la razón.
Melancolía sexual
Pero ¿qué sucede después? Ya lo dijo hace muchos siglos Aristóteles: “omne animal post coitum triste est” –tras el coito todo animal queda entristecido-. Y es que, tras la excitación llega el abatimiento y el cansancio físico y anímico.
Sigmund Freud llevó el aforismo aristotélico a su terreno: tras la liberación de la energía pulsional, que coincide con el mayor placer, puede pasarse a un estado de relajación y tristeza.
Un estudio científico puso, hace algún tiempo, cifras a esta percepción: hasta en el 20% de los hombres y en el 10% de las mujeres el orgasmo viene seguido del llanto. Es lo que en términos científicos se conoce como “disforia postcoital” y que se podría definir como un desorden psicológico en el que predomina la angustia, la tristeza y otras emociones negativas.