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El suicidio, una tragedia silenciosa que tiene nombre masculino

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700.000 personas se quitan la vida cada año

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El suicidio, una tragedia silenciosa que tiene nombre masculino
Imagen de Holger Langmaier en Pixabay

Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable

16 de junio de 2025

Imaginemos por un instante una sala con de cien personas. De ellas, tres hombres y una mujer podrían perder la vida por suicidio. Esta estadística, tan fría como contundente, es una de las grandes paradojas de la salud mental: aunque las mujeres intentan suicidarse más, son los hombres quienes, en la mayoría de los países, mueren por suicidio tres veces más. 

El suicidio es, lamentablemente, una de las principales causas de muerte en el mundo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 700.000 personas se quitan la vida cada año. Detrás de cada número hay una historia, una familia, una comunidad marcada por el dolor y la incomprensión. Pero cuando analizamos las estadísticas, surge una diferencia que no podemos ignorar: los hombres mueren por suicidio mucho más que las mujeres.

Claves para entender las diferencias de género

La diferencia más clara y estudiada está en el método elegido. Los hombres tienden a utilizar medios más letales, como pueden ser las armas de fuego, el ahorcamiento o los saltos desde alturas, mientras que las mujeres recurren más a intoxicaciones o sobredosis, que permiten un margen de intervención y rescate mayor. Esto no significa que el sufrimiento sea menor en uno u otro sexo, sino que la elección del método influye directamente en el desenlace.

Por otro lado, la cultura juega un papel enorme. Desde pequeños, muchos hombres aprenden que deben ser fuertes, autosuficientes y no mostrar debilidad. Expresar tristeza, pedir ayuda o admitir vulnerabilidad se percibe, erróneamente, como un signo de debilidad. Este mandato social hace que los hombres busquen menos ayuda profesional, hablen menos de sus emociones y, en consecuencia, lleguen a situaciones límite sin apoyo.

Evidentemente, los trastornos mentales -como la depresión, la ansiedad o el abuso de sustancias- afectan tanto a hombres como a mujeres, sin embargo, ellos suelen recibir menos diagnósticos y tratamientos, en parte por esa resistencia a buscar ayuda sanitaria y porque la depresión se manifiesta de forma diferente (más irritabilidad, agresividad o abuso de alcohol), lo que puede dificultar su detección.

En muchas culturas el desempleo, la presión laboral, las dificultades económicas y la pérdida de rol social afectan, de una forma especial, a los hombres. La identidad masculina tradicional está muy ligada al trabajo y al éxito profesional, por lo que la pérdida de empleo o el fracaso económico pueden percibirse como frustraciones personales devastadoras.

Pero, ¿por qué las mujeres lo intentan más, pero fallecen menos? Este es otro de los grandes enigmas. Las mujeres, según los estudios, realizan más intentos de suicidio, pero la mortalidad es mucho menor. Esto se debe, en parte, a la elección de métodos menos letales, pero también a una mayor tendencia a buscar ayuda, a expresar sus emociones y a mantener vínculos de apoyo. Y es que las mujeres, en general, tienden a mantener redes sociales y familiares más sólidas, lo que actúa como un tejido protector. Además, la detección de problemas de salud mental suele ser más frecuente en mujeres, lo que permite intervenciones más tempranas.

Un mensaje de esperanza

El suicidio es prevenible. Si bien las cifras son alarmantes, cada vida salvada es un triunfo colectivo. Hablar, escuchar, acompañar y derribar los mitos que rodean la salud mental masculina es tarea de todos. 

La prevención del suicidio en hombres requiere un cambio profundo en la forma en que entendemos la salud mental y la masculinidad. Para romper el estigma es necesario hablar abiertamente sobre las emociones, la salud mental y pedir ayuda debe ser visto como un acto de valentía y no como una debilidad. Para ello es fundamental facilitar el acceso a psicólogos y psiquiatras, especialmente en entornos masculinos, como puedan ser clubes deportivos o asociaciones; y comenzar la educación emocional en la infancia, enseñando a los niños a identificar y expresar sus emociones y pedir ayuda cuando la necesiten.

 

 



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