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Día Mundial de la Lucha contra la Depresión

La importancia de contarlo y pedir ayuda: las lecciones de un familiar y paciente de depresión

José Ramón Pagés-Lluyot, coordinador de la Fundación Anaed, cuenta a Medicina Responsable su experiencia personal con esta enfermedad

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La importancia de contarlo y pedir ayuda: las lecciones de un familiar y paciente de depresión
Freepik

Por Juan García

13 de enero de 2025

Cuanto más conocimiento haya sobre la depresión, más tranquilo se va a estar en caso de que esta enfermedad golpee a un ser querido o a nosotros mismos. Esta es una de las lecciones fundamentales que ha sacado José Ramón Pagés-Lluyot, coordinador nacional de la Fundación Anaed de ayuda para la depresión en su experiencia en la asociación y en sus propias carnes. Una experiencia que, reconoce es “desgraciadamente demasiada”, tras haber convivido con la experiencia como paciente y familiar. 

Una asociación nacida de la experiencia familiar

La madre de José Ramón sufrió durante 20 años una depresión hasta que finalmente falleció. Esta fue su primera toma de contacto con esta enfermedad que más tarde le afectaría a él mismo desde hace una década, con varios episodios de recaída. Esa primera experiencia con su madre apunta que fue “muy pesada” por la frustración de no entender qué pasaba, agravada por haber sucedido en un contexto (hace 50 años) en el que se hablaba mucho menos sobre este tema y el estigma era mucho mayor. “Ves a una persona que lo tiene todo, una posición acomodada, una casa grande y no lo entiendes”, recuerda. Sin embargo, achaca al hecho de que “no aceptaba ser mayor” en el plano laboral la raíz de su depresión, por la frustración y la sensación de discriminación que le generaba. Este caso le dejó otra gran lección que aplicó a él mismo más tarde y a todos los pacientes que se ponen en manos de la Fundación Anaed: “Si no puedes con algo, acéptalo”. 

Fue esta experiencia la que motivó a su hermana a poner en marcha esta asociación para ayudar a los pacientes con depresión en el año 1994. Un momento en el que “la sociedad y los médicos aún no estaban preparados” para abordarla correctamente. En cuanto al proceso de su madre, reconoce que, “como hijo no sabes qué hacer” y recuerda los estigmas que persistían por aquel entonces en torno a la depresión y al suicidio. 

Su gran recomendación para familiares y seres queridos es tan simple como “escuchar” a los pacientes. Que se sientan arropados y no juzgados, para que poco a poco sean capaces de abrirse y hacer aflorar sus problemas psicológicos, el paso fundamental para poder enfrentarse a la enfermedad. Lo más importante, destaca, es que estas personas entiendan que hay salida y que, con ayuda psicológica y psiquiátrica, se puede lograr la remisión.

Sobre el papel de esta fundación, explica que tratan de servir de “eslabón entre los profesionales y las personas que tienen problemas”. En estos años de andadura, apunta que, aunque “cada vez está más extendida la idea de que hay que buscar ayuda profesional”, les siguen llegando los casos “más desesperados”.

La negación de la depresión, un problema eminentemente masculino

Hace en torno a una década que apareció la depresión de José Ramón, con varios episodios posteriores de recaídas. La factura que le pasó esta enfermedad se resume en una variedad de síntomas psicológicos, fisiológicos, motivacionales y una pérdida de peso de casi 30 kilos. Su trabajo en la Fundación, junto con el caso de su madre, fue algo que “indudablemente” le ayudó a darse cuenta de que la estaba padeciendo, aunque le costó reconocerlo. “Yo no quería verlo, pero es un poco como cuando tienes una bulimia o una anorexia, tú te miras en el espejo y te sigues viendo gordo por mucho que te digan”, compara José Ramón. Esta enfermedad apareció en un momento en el que “todo te da un vuelco absoluto, tanto a nivel laboral, personal, sentimental”.

El coordinador de la Fundación Anaed señala que el reparto por sexos de la depresión se distribuye en un 75-25 aproximadamente, siendo las mujeres las que la sufren mucho más, pero los hombres los que más se suicidan. “Ellas lo intentan más, pero lo consiguen menos, porque ellas utilizan métodos menos letales”, afirma. 

El desenlace fatal es más común en hombres, influenciado por factores como la espiral del silencio en la que se sumen muchos pacientes masculinos de depresión. La principal característica en los varones de mediana edad “en principio es una negación, que es uno de los síntomas. No reconocen y no quieren reconocerlo, ese fue mi caso, hasta que finalmente fui yo mismo recapacitando y me di cuenta de que era un problema que no podía solucionar yo y me puse en manos de la asociación”, explica.

Desterrar el efecto Werther y otras lecciones

El efecto Werther sostiene que es mejor no hablar de temas como la depresión o el suicidio para evitar un “efecto contagio” que incite a otras personas a acometerlo. Esta es una concepción que José Ramón lamenta que “nos ha costado dios y ayuda que desapareciera y muchos siguen sin aceptar que la depresión o el suicidio no son contagiosos”.

“Hemos avanzado, pero sigue habiendo necesidad de concienciar y que la sociedad entienda que la depresión es una enfermedad más, sin enaltecerla ni denostarla”, concluye. Este es el principal objetivo que persiguen en la asociación, hacer ver que “la depresión existe” y la necesidad de hablar de ella abiertamente. Por ello, matiza que la expresión adecuada no es “hacerla pública”, como si fuera algo que hay que confesar, sino normalizarla. “En las conversaciones en bares con amigos no se habla de ir al psiquiatra”, lamenta. 

Su consejo principal para quien sospeche que pueda estar padeciéndola o tenerla en su entorno es ponerse en manos de un profesional de la salud mental e informarse lo más posible para no caer en la frustración de la incomprensión. Solo así se puede trabajar para combatirla, aunque, reconoce “con mucha paciencia”.



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