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Soledad, pobreza o estigma: los factores sociales detrás del suicidio

Medir y analizar el impacto de estos factores es esencial para comprender mejor este fenómeno y poder actuar preventivamente

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Soledad, pobreza o estigma: los factores sociales detrás del suicidio
Freepik

Por Juan García

10 de septiembre de 2024

Si el suicidio es ya de por sí un fenómeno complejo y difícil de analizar, el silencio y el estigma que lo han rodeado tradicionalmente no hacen más que acentuar el drama de quienes lo viven en primera persona o en su círculo cercano. Profesionales de la salud mental, organizaciones, administraciones públicas y cada vez más supervivientes están ayudando a poner rostro y descifrar los patrones detrás de las conductas suicidas como vía para actuar preventivamente y aumentar la conciencia sobre este drama social que el año pasado se cobró casi 4.000 vidas en España. 

El suicidio tiene causas multifactoriales, por lo que su abordaje requiere de una perspectiva integral que contemple la prevención, el seguimiento por profesionales de la salud mental y la concienciación de otros profesionales y ciudadanos de a pie sobre los signos de alerta. El jefe del Servicio de Prevención y Control del Tabaquismo y de las Lesiones en la Agencia de Salud Pública de Cataluña, Josep María Suelves, destaca en declaraciones recogidas por el SMC (Science Media Centre) el impacto que tienen los llamados determinantes sociales en salud en la aparición de conductas suicidas. “Como muchos otros problemas de salud, el suicido es el resultado de un conjunto de determinantes y no de una única causa. Aunque nuestra mirada se centre a menudo en los determinantes individuales que contribuyen a que una persona muestre un mayor riesgo de llevar a cabo una conducta suicida, lo cierto es que las circunstancias en las que se desarrolla la vida de las personas, moduladas por el contexto político, social y económico (que conocemos como determinantes sociales de la salud) explican las enormes desigualdades en la mortalidad por suicidio según variables como el género, la edad, el apoyo social o el nivel socioeconómico”.

A estos problemas se pueden añadir otros señalados ayer en la presentación del Plan para la prevención del suicidio por la ministra de Sanidad, como la soledad, la desigualdad, la dificultad de acceso a la vivienda o la precariedad. “La vida duele porque duele la vivienda, porque no puedes llegar a fin de mes, mantener a tus hijos o porque tienes un trabajo indigno”, expresó en este sentido Mónica García.

Hombres y mayores de 80 años, los que presentan mayores tasas de suicidio

Según las estadísticas del INE, los intentos autolíticos en España han incrementado un 118% desde 2018. Por ello, comprender la relación entre estas y otras causas es fundamental para diseñar estrategias certeras que ayuden a quienes intentan suicidarse a encontrar alternativas antes de que sea demasiado tarde. Por ello, las campañas de sensibilización y actuación sanitaria se centran en el aspecto preventivo como forma de combatir las tasas de suicidio. 

Los últimos datos sobre el suicidio de 2023 reflejan un descenso respecto al año anterior, pero dejan entrever una serie de colectivos vulnerables a los que prestar especial atención. La comisionada de Salud Mental del Ministerio de Sanidad, Belén González, señaló ayer en la presentación del Plan que las tasas de suicidio se disparan en los mayores de 80 años. Paradójicamente, este grupo de edad es el que registra menores índices de uso de la línea de asistencia a la conducta suicida 024, por lo que González reconoció la necesidad de “orientar campañas de sensibilización” a estas personas mayores para “paliar la falta de accesibilidad a este servicio”. 

La soledad no deseada es uno de los grandes males que explican que el suicidio se cebe con las personas mayores, según destacan desde el Ministerio, especialmente en las zonas rurales afectadas por la despoblación. Una correlación que respaldan desde el Colegio Oficial de Psicología de Baleares, que apuntan que este aislamiento genera tristeza y ansiedad, y, además, puede conducir a un ciclo de pensamientos negativos que intensifican la sensación de no pertenecer o no ser comprendido. “En casos extremos, la persona llega a creer que su vida carece de sentido o que no tiene a quién recurrir, aumentando así el riesgo de ideación suicida. Por ello, combatir la soledad es una estrategia preventiva de primer orden”, argumentan.

En este sentido, desde Sanidad consideran que los esfuerzos deben ir en línea de “promover infraestructuras que fomenten el sentimiento de pertenencia social” para combatir ese sentimiento de soledad y desesperanza. 

Otra de las grandes brechas del suicidio se encuentra en la disparidad de sexos. En global, los hombres presentan tasas de suicidio que triplican a las de las mujeres, siendo además ellas quienes más acuden a la línea 024. Casi el 40% de todas las llamadas a este teléfono las hicieron mujeres, frente al 33,5% de hombres, mientras que el resto de usuarios no quisieron hablar de su sexo y género. El círculo vicioso del silencio que envuelve al suicidio es más acentuado en los hombres que, según estos datos, son más reacios a pedir ayuda en estas situaciones, aunque concentran la mayoría de los suicidios consumados. 

De cara a implementar herramientas y estrategias eficaces, el psicólogo Agencia de Salud Pública de Cataluña resalta que un enfoque de salud pública frente al suicidio debe ir “más allá de una mirada asistencial exclusivamente” para atajar este problema en su raíz, que en buena parte explican los factores sociales.  

La reducción de las tasas de suicidio en 2023 tras cinco años en ascenso pone la nota optimista a la realidad detrás del suicidio. Sin embargo, es importante continuar profundizando en las causas detrás de este fenómeno para poder combatirlo de forma eficaz.



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