Por Virginia Delgado
2 de abril de 2025Además de filtrar la sangre y eliminar desechos, los riñones desempeñan otras funciones que son esenciales para el correcto funcionamiento del organismo. También fabrican, activan y liberan hormonas, regulan la presión arterial y los niveles de líquidos, eliminan el exceso de agua y sal y se encargan de eliminar sustancias tóxicas y fármacos. “Otra de las funciones que tienen y poca gente sabe es que segregan una proteína con efecto antienvejecimiento”, explica a Medicina Responsable la nefróloga Ana Martínez Canet del Hospital Arnau de Vilanova y Hospital Lliria de Valencia.
La diabetes y la hipertensión arterial son las principales causas que aumentan el riesgo de padecer una enfermedad renal. También lo son el uso crónico de antiinflamatorios, las patologías autoinmunes u oncológicas, las obstrucciones crónicas de la vía urinaria, los malos hábitos dietéticos y tener antecedentes familiares. “Esta patología está en aumento progresivo a nivel mundial. Si esta tendencia continúa, se estima que en el año 2100 será la segunda causa de muerte en España, por delante de enfermedades cardíacas o incluso del cáncer”, comenta la doctora.
Los fallos en los riñones se detectan cuando están en fases avanzadas. Es entonces cuando aparecen el malestar general, cansancio, pérdida de apetito y una alteración del sabor de los alimentos. Además, el enfermo sufre retención de líquidos, hinchazón en las piernas, dificultades respiratorias e insuficiencia cardíaca o calambres. “Precisamente, por la falta de síntomas en fases iniciales, se habla de la enfermedad renal como una epidemia silenciosa. Pero, lo positivo es que se puede detectar fácilmente mediante un análisis de sangre y orina. Esta detección precoz es fundamental para frenar su progresión y prevenir complicaciones cardiovasculares. Y es que los problemas en los riñones aumentan el riesgo cardiovascular; hay más probabilidades de sufrir arterias calcificadas, infartos e ictus”, explica la nefróloga.
Los diagnósticos tardíos o su ausencia impiden que se lleven a cabo tratamientos eficaces. Ante ello, se dispone de fármacos nefroprotectores, que pueden detener o ralentizar la evolución de la enfermedad y evitar, en muchos casos, la necesidad de diálisis.
A partir de los 40 años, la función renal empieza a disminuir a un ritmo medio de 0,8 mililitros por minuto al año. “Hay que tener en cuenta que la normal está por encima de 90 mililitros por minuto”, comenta la doctora Ana Martínez Canet.
Controlar la glucosa y la tensión arterial, seguir unos hábitos saludables, mantener una dieta sana, hacer ejercicio, evitar el sedentarismo, la obesidad y el tabaco son claves para proteger los riñones. “Además, hay que evitar la automedicación, especialmente con medicamentos antiinflamatorios, que son potencialmente dañinos para estos órganos”, concluye la nefróloga.
Doctora Ana Martínez Canet.