Por Clara Arrabal
14 de abril de 2025En esta Semana Santa los pasos de las diferentes hermandades no serán los únicos que saldrán en procesión. A estos, se unen unas curiosas y peligrosas acompañantes que pueden darnos algún que otro dolor de cabeza, o más bien, alguna urticaria aguda.
Hablamos de las orugas procesionarias, esos gusanos peludos y marrones que vemos en los pinares haciendo filas infinitas entre los troncos de los árboles. Su nombre científico es Thaumetopoea pityyocampa y suponen un peligro para la salud, tanto en personas como en animales, pues sus pelos urticantes pueden provocar reacciones alérgicas graves.
Pero eso no es todo. Aunque poca gente lo sepa, los expertos aseguran que no hace falta tocarlas para notar las molestas consecuencias de sus picaduras.
La Thaumetopoea pityyocampa es un lepidóptero nocturno cuyas larvas, las orugas procesionarias, salen de sus nidos y descienden al suelo para enterrarse y hacer bajo tierra la metamorfosis. Además, son muy reconocibles ya que recorren el camino desde los nidos, que se encuentran en las copas de los árboles, hasta el suelo, formando una curiosa fila de uno.
Este trayecto suele ser propio del mes de mayo, aunque con el calentamiento global y la subida de las temperaturas se ha adelantado hasta coincidir con la Semana Santa en 2025.
Pero, además de su curiosa formación en procesión, estas larvas se caracterizan por tener unos filamentos que pueden provocar urticarias, reacciones alérgicas y molestias en las zonas respiratorias y los ojos. Por ello, es necesario conocer cuáles son los riesgos a los que nos exponemos si nos acercamos a estos insectos o a sus nidos; así como los protocolos que deben seguirse en caso de picadura.
La sustancia que confiere a estas orugas la capacidad urticante es una toxina denominada Thaumatopina que se encuentra en los pelos adheridos a su cuerpo.
En caso de sentirse en peligro, las orugas lanzan estos filamentos al aire, por lo que pueden ser arrastrados largas distancias o posarse sobre cualquier superficie. Esto hace a las orugas procesionarias mucho más peligrosas, pues no es necesario tener contacto directo con una de ellas para sentir su picadura.
Por ello, se recomienda no acercarse a esta especie o a sus nidos, pues los filamentos pueden adherirse a la piel o entrar en contacto con los ojos o las zonas respiratorias y provocar la irritación de la mucosa conjuntival o molestias respiratorios u oculares.
También es aconsejable no recoger objetos que provengan de los pinares, como piñas o madera; y no pasear por estas zonas si hay viento.
En los casos en los que se haya tenido contacto directo con estos insectos, los pelos urticantes pueden producir diferentes patologías, siendo la más común la afectación cutánea.
Se recomienda, en este sentido, lavar la zona afectada con agua fría para eliminar los pelos urticantes, y nunca frotar o rascar ya que los filamentos podrían romperse y propagarse por una superficie mayor, aumentando así el daño.
Además, la actuación debe ser rápida y efectiva, pues los síntomas comienzan a ser claros de manera instantánea. Esto se acentúa en el caso en el que la persona afectada presente algún cuadro alérgico que pueda acentuar las molestias, por lo que deberá acudir a un médico.
Por último, también hay que prestar atención a nuestros amigos de cuatro patas, pues las mascotas son, en muchas ocasiones, las grandes perjudicadas por las orugas procesionarias. Estos pueden pisarlas y sentir sus consecuencias en las patas y almohadillas; u olfatearlas y sufrir conjuntivitis, úlceras oculares o, en el caso de ingerirlas, incluso la muerte.