Por Juan García
27 de diciembre de 2024Comidas familiares, de empresa, cenas con amigos...las navidades son sinónimo de reunión en torno a una mesa y de grandes comilonas. Aunque para muchos esto va asociado al disfrute, para las personas que sufren trastornos de la conducta alimentaria (TCA) estos encuentros se convierten en un auténtico calvario. Los sentimientos de culpa, inseguridad, vergüenza y estigma que provocan estas patologías se multiplican en estos contextos, marcados por los reencuentros con personas cercanas y en los que se tiende a cuidar y analizar mucho la imagen y la vestimenta. Anorexia, bulimia o trastorno por atracón son las principales patologías que entran en esta categoría, en la que se calcula que se incluyen unas 400.000 personas en España.
Para entender qué sienten las personas con TCA en estas situaciones y cómo se les puede ayudar desde fuera, Medicina Responsable ha conversado con la psicóloga integradora Andrea Vázquez.
Inseguridad, tensión, estrés, incluso pánico son los calificativos que emplea esta especialista para definir por lo que pasan estos pacientes al hacer frente a un banquete navideño. Son situaciones en las que “toda gira en torno a la comida”, por lo que ese “diablillo en el hombro” que cuestiona la actitud de estas personas hacia la comida no deja de estar presente, ilustra Vázquez.
Otro detalle no menor que contribuye a generar más “caos” para la salud mental de estas personas es el autoservicio de comida. “Normalmente en una comida cada persona tiene su plato servido, pero en estas reuniones es habitual que tenga que servirse cada uno”. Esto da lugar a más cuestionamiento tanto interno como externo sobre las cantidades de comida y la forma de ingerirla.
Pero el impacto de los encuentros navideños va más allá de lo estrictamente alimenticio. “Ojalá fuera solamente regular la comida, también están los comentarios sobre el físico, la ropa…es una evaluación constante que genera muchísima tensión”, apunta la psicóloga. El mero hecho de ponerse frente al espejo les provoca un momento “atroz”.
La psicóloga ha publicado en su perfil de Instragram una serie de recomendaciones sobre cómo debemos comportarnos con estas personas para no empeorar sus problemas psicológicos. Los comentarios sobre el físico, incluso siendo bienintencionados, caen como (una bomba) sobre estas personas. Los “has adelgazado/engordado” o “te veo mejor así” son el tipo de frases que la psicóloga recomienda desterrar. “Tenemos que revisar esos comentarios si no es algo que nos ha pedido la propia persona”, señala.
En este sentido, explica que la pauta que debe guiar en estas situaciones es la “regla de los cinco segundos”. Según esta pauta, los comentarios sobre algo que no se pueda arreglar en ese tiempo, mejor ahorrárselos. Si es una mancha, un peinado desordenado o un resto de comida entre los dientes, se agradece, pero los comentarios sobre la apariencia física que no tienen arreglo en ese momento hay que evitarlos.
Vázquez señala que es una norma aplicable no solo a las personas con TCA, sino general. La inseguridad sobre el aspecto físico es algo común entre todo tipo de personas y pacientes de atención psicológica, de forma que “alguien que no se sienta cómoda con su cuerpo sin llegar a desarrollar un TCA lo pasa bastante mal. Son momentos críticos donde te reúnes con gente que llevas tiempo sin ver, pero tienes que ver”, apunta.
Pero no es solo el físico. También los juicios que se hacen sobre la cantidad de comida que toma cada uno. “Hay tantas cosas de las que hablar antes que sobre el físico…”, recalca la psicóloga para reforzar la idea de abordar otros temas de conversación. También insta a buscar otros planes alternativos a estar comiendo o de sobremesa, como “ver una película, dar un paseo, ir a un mercadillo navideño o juegos de mesa”. Por ello, invita a aprovechar estos momentos para “potenciar momentos de unión” y ayudar a esas personas en su proceso.
El estigma y la vergüenza provoca que en muchas ocasiones que los allegados no sepan que tienen una persona en su entorno con estos trastornos. Son cuestiones que quedan normalmente reducidas al núcleo familiar más reducido y que, de cara al resto de la familia, “se hace como si no existieran”, llegando en algunos casos a pedir a la persona “de forma muy desafortunada que no líe follón en la comida”. Frente a estas actitudes, Vázquez recomienda mostrar empatía y comprender que esa persona no lo hace “ porque se quiera dañar, ni por jugar con su salud ni por llamar la atención”. “No nos podemos enfadar por las conductas que esa persona tenga con la comida, aunque sepamos que está siendo muy lesiva”, señala.
En su lugar, invita a aprovechar estas ocasiones como una oportunidad para conectar con esa persona y convertirse una “zona segura” para ella, transmitiéndole que puede “contar con nosotros para ser escuchada sin que la juzguen”.
Superar estos trastornos implica un proceso largo, por lo que la paciencia por parte de los seres queridos es fundamental. No obstante, esta psicóloga considera que los TCA “no son como un fantasma que siempre va a estar ahí. No lo percibo como un paciente oncológico que una vez que recibe diagnóstico ya es de por vida”. La clave, a su juicio, es abordar los pilares que sustentan ese trastorno. “Lo percibo más bien como que hay un momento en el que este TCA ha salido, ha sido la punta del iceberg y nos está sirviendo de señal de alarma para avisarnos de que hay un montón de cosas por debajo que tenemos que gestionar. Cuando la persona gestiona todos los pilares que hay debajo, es mucho más probable la remisión completa”, explica. Esta postura, señala que también varía en función de la “perspectiva y la corriente de cada psicólogo”, pero ella apuesta por creer en la “sanación”.
La presión de las redes sociales y los cánones estéticos se ceban con estas personas que ven en su propia imagen un tormento. Por ello, está en manos de todos favorecer que esos “diablillos” y “fantasmas” que acompañan constantemente a estas personas vayan desapareciendo.