Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
15 de octubre de 2024A mediados del siglo XIX, en un contexto donde las enfermedades infecciosas eran un verdadero azote para la humanidad, un médico húngaro llamado Ignaz Semmelweis realizó un hallazgo que revolucionaría la práctica médica: el lavado de manos como medida fundamental para prevenir la propagación de enfermedades.
Este galeno trabajaba en la Primera Clínica Obstétrica del Hospital General de Viena, donde la tasa de mortalidad por fiebre puerperal (una infección que afectaba a las mujeres después del parto) era alarmantemente alta. Curiosamente, en la Segunda Clínica, atendida por matronas, la tasa de mortalidad era mucho menor.
Semmelweis observó que los médicos de la Primera Clínica, antes de atender a las parturientas, solían realizar autopsias en cadáveres. Las matronas, por su parte, no realizaban estas prácticas. Esta diferencia en las rutinas médicas despertó la curiosidad de Semmelweis y lo llevó a plantear una hipótesis revolucionaria: ¿podrían las manos de los médicos, contaminadas con material cadavérico, estar transmitiendo la enfermedad a las pacientes?
En 1847, Semmelweis propuso una medida radical en aquella época: que todos los médicos se lavaran las manos con una solución de cloro antes de atender a las pacientes. A pesar de que esta sencilla medida resultó en una drástica reducción de la mortalidad en la Primera Clínica, la comunidad médica de la época se mostró escéptica y rechazó su teoría.
La causa de la resiliencia no era otra que en aquella época la teoría de los gérmenes como causantes de enfermedades aún no estaba completamente aceptada y que los mecanismos de transmisión de enfermedades infecciosas eran desconocidos en ese momento.
La oposición de sus colegas llevó a Semmelweis a una situación de aislamiento y persecución. Su trabajo fue desacreditado y sus ideas fueron ridiculizadas hasta extremos insospechados.
A pesar de las dificultades que enfrentó, el trabajo de Semmelweis sentó las bases para el desarrollo de la higiene hospitalaria y la prevención de infecciones. Sus descubrimientos fueron fundamentales para el desarrollo de la teoría de los gérmenes de Louis Pasteur y Robert Koch, que revolucionaría la medicina en el siglo XIX.
Actualmente la importancia del lavado de manos es ampliamente reconocida y se considera una de las medidas más efectivas para prevenir la propagación de enfermedades infecciosas. Quizás, solo quizás, haya sido el avance médico que más vidas ha salvado.