Por Gema Puerto
23 de noviembre de 2023“Igual que las raíces de las plantas y los brotes que crecen en las grietas del suelo pueden dañarlo y desnivelarlo, algunos traumas actúan como un cuerpo extraño en una herida, saboteando nuestro presente y generando un sufrimiento innecesario”. Estas son las palabras que utiliza la especialista en psiquiatría en la sanidad pública madrileña y doctora por la Universidad Complutense de Madrid, Rosa Molina, en su último libro “Tus microtraumas”, cuyo objetivo es “identificar las heridas emocionales para que el pasado no nos condicione el futuro”.
Para la autora del pódcast: “De piel a cabeza”, la población considera el trauma de dos formas muy diferentes. “Por un lado están aquellos que creen que el trauma es únicamente el que se refiere a grandes catástrofes, pero no creen que los pequeños microtraumas puedan tener un gran impacto en la salud mental; y, por otra parte están los que a todas las condiciones adversas le ponen la etiqueta de trauma, aunque no sea así. Por esta razón he querido profundizar y clarificar un concepto tan profundo como el trauma”.
“Los traumas son experiencias que producen una fragmentación de nuestra salud física y psíquica a la hora de enfrentarnos a lo que lo que nos sucede y que nos llevan a ver cómo nos vemos a nosotros mismos y cómo entendemos el mundo. Dañan la sensación de seguridad y control de la vida; tambalean nuestra confianza en el mundo y nuestras creencias amenazando nuestro bienestar”, señala Molina.
A diferencia de los grandes traumas (genocidios, desastres naturales, guerras, abusos sexuales, agresiones, por ejemplo) “los microtraumas no rompen y amenazan nuestra integridad física y psicológica de inicio, pero sí nos pueden afectar más adelante como un trauma mayor”. Como apunta Molina, los microtraumas son “experiencias sutiles, como acoso escolar, humillaciones repetidas, violencia verbal, acoso laboral… También sucesos como divorcios, infidelidades, procesos de adopción, enfermedades crónicas, la pobreza… Hay muchas clases y no todas las experiencias marcan por igual a todas las personas; depende de numerosos factores”.
Aunque, necesariamente estos eventos no tienen por qué dejarnos una huella importante y podemos salir airosos de este tipo de situaciones, también puede ser que tengan un gran impacto en nuestra salud mental”, debido a que tienen el potencial de desarrollar el mismo impacto que los que consideramos un trauma mayor. Esto lo argumenta la doctora, por un lado, en el efecto de la acumulación, ya que un pequeño trauma o humillación en nuestra vida de manera repetida sí podría tener ese impacto, que igual, de forma puntual, no lo haría.
La psiquiatra insiste en que haber sufrido un accidente o una catástrofe no tiene por qué, sí o sí, tener una experiencia traumática, o un trastorno de estrés postraumático. "Evidentemente se dan unos síntomas de estrés transitorios en casi todo el mundo, pero estas personas, por vivir este episodio, no tienen por qué desarrollar un trastorno; de hecho, la gran mayoría no lo hace", remarca la doctora.
“El impacto en la psique puede variar dependiendo del momento vital que estemos viviendo, o la edad que tengamos. No es lo mismo padecer un trauma en la etapa temprana de la infancia, como la violencia repetida, donde los microtraumas afectan y configuran el cerebro condicionándole a la hora de pensar e interpretar el mundo y a los otros, que sufrir un trauma en la edad adulta, dónde se tienen más herramientas para lidiar con él”, explica la doctora.
Cuando sufrimos un trauma, tras una situación de estrés “mantenida en el tiempo, sube el cortisol, produciendo cambios en el sistema inmune, además de provocar una mayor prevalencia de enfermedades cardiovasculares y afectar a la salud física. En general, estas situaciones afectan al cerebro en regiones como el hipocampo, dónde se puede atrofiar esta región relacionada con la memoria, el estrés crónico y el aprendizaje. Los traumas también influyen en la pérdida de las espinas dendríticas de la corteza prefrontal (minúsculas protuberancias protoplasmáticas que revisten la superficie de muchas neuronas) que se encarga de la regulación del pensamiento y de la organización. Incluso se habla de desconexión de esta zona con otras regionales cerebrales. Todo ello supone mayores dificultades de regulación emocional, en toma de decisiones, etc.”, explica la divulgadora científica y autora de libros de psiquiatría.
Pero es importante saber que un trauma no es lo mismo que pasar por una condición adversa. “Existen estudios de neuroimagen de resonancia magnética que diferencian lo que sucede en los casos del trauma y en los casos en los que se producen condiciones adversas. Si, en el primero, se apagan ciertas zonas cerebrales como la corteza prefrontal o el hipocampo y la amígdala se activa produciendo un estado de hiperalerta que crea dificultades a la hora de gestionar sensaciones como el miedo, en el segundo caso no se apagan ciertas zonas del cerebro”.
Sobre si es posible la recuperación, la doctora Molina asegura que "siempre hay espacio para la recuperación", y aunque en algunos casos nos podemos recuperar a través de las conexiones familiares y los amigos, en otras se necesitará el apoyo de un profesional. El trauma es muy complejo y hay muchas variables dentro de cada situación personal: cada uno necesita un proceso y un trabajo diferente”.