Por Virginia Delgado
29 de octubre de 2024El ictus es una afección neurológica que se produce cuando se interrumpe el flujo de sangre a una parte del cerebro, provocando la muerte de las células cerebrales en esa área. Puede darse por dos causas: por una obstrucción en una arteria o por la rotura de un vaso sanguíneo. Al primero, que se da en el 85% de los casos, se denomina ictus isquémico, y al segundo, ictus hemorrágico.
Según la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF), el ictus afecta cada año en España unas 120.000 personas y es la segunda causa de muerte y la primera entre las mujeres, además de provocar discapacidad en muchos casos.
Llevar un estilo de vida poco saludable es uno de los principales motivos que hace que se desencadene este accidente cerebrovascular. “Su origen está vinculado a la hipertensión, al colesterol alto, a la obesidad, al sedentarismo, al tabaquismo y al consumo habitual de drogas y alcohol. También al ritmo vital actual, que está marcado por situaciones de estrés”, ha explicado Julio Maset, experto médico de Cinfa.
En cuanto a los síntomas más comunes, destacan la pérdida repentina de fuerza en un brazo o en una pierna, la caída de un lado de la boca, la dificultad para hablar o entender, la pérdida de visión de uno o los dos ojos o la visión doble, así como la sensación de vértigo o desequilibrio y el dolor de cabeza repentino e intenso. Cuando aparece una de estas señales, es precisa una respuesta rápida. “El ictus es una emergencia médica que requiere atención inmediata para minimizar el daño cerebral y mejorar las posibilidades de recuperación. Por ello, la identificación temprana de los signos y síntomas, junto con un tratamiento rápido, son fundamentales para reducir las secuelas y mejorar el pronóstico del paciente”, ha manifestado el doctor David Pérez Martínez, jefe de Servicio de Neurología del Hospital Universitario La Luz de Madrid.
El 60% de las personas que han pasado por un ictus agudo puede desarrollar secuelas cognitivas, como problemas de memoria, atención o lenguaje. Otras consecuencias habituales son el dolor neuropático (por un nervio dañado) y la hemiplejia (parálisis de la mitad del cuerpo). Para identificar y manejar estas secuelas, es imprescindible que los afectados reciban atención continua y rehabilitación. “Nos centramos en reajustar su vida, en que asimilen esa nueva situación tras un ictus, en los retos a los que se van a enfrentar y en cómo plantearse y adaptarse emocionalmente a esa realidad”, han explicado Leyre Tirado y Alicia Urriza, neuropsicólogas de la Asociación de Daño Cerebral de Navarra (ADACEN).
Los expertos aseguran que un 90% de los accidentes cerebrovasculaes se pueden evitar siguiendo hábitos saludables. Así, recomiendan mantener una dieta equilibrada, incidir en la calidad del descanso, hacer ejercicio regularmente, evitar el consumo excesivo de alcohol y tabaco, controlar la hipertensión, el colesterol y la diabetes, evitar el estrés y mantener activo el cerebro.