Por Andrea Rivero
20 de julio de 2023Durante el verano, una de las recomendaciones más difundidas es la de tener cuidado con las medusas cuando nos bañemos en el mar. Su picadura puede provocar dolor y/o picor intenso en la zona afectada, enrojecimiento, inflamación y pequeñas vesículas y, en raras ocasiones, náuseas, vómitos y calambres musculares. Sin embargo, si hablamos de la carabela portuguesa, hay que tener mucho más cuidado. Aunque este animal habitualmente se encuentra en aguas tropicales y subtropicales, debido a los cambios en las condiciones de los océanos, en ocasiones aparecen en aguas del cantábrico, como ha pasado en los últimos días, que se ha avistado esta especie en las costas del País Vasco. La carabela posee toxinas que segrega por sus tentáculos que tienen una alta toxicidad.
El acercamiento de esta especie a las playas es un serio problema, ya que su picadura puede producir síntomas graves de carácter cutáneo y sistémico y puede generar problemas neurotóxicos, cardiotóxicos y afectar a las células. De acuerdo con el doctor Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable, “la carabela portuguesa, de entrada, no es una medusa, se considera una especie colonial flotante”. Este animal tiene unos tentáculos muy largos que pueden llegar a medir más de 10 metros y, por ello, es relativamente fácil que, sin darnos cuenta, nos piquen mientras estamos en el agua. Además, en el caso de encontrarlos varados en la arena los expertos recomiendan no tocarlas hasta 48 horas después de su muerte, ya que siguen siendo tóxicas.
Lo habitual es que su picadura genere escozor y picor en la zona donde se ha inoculado el veneno, sin embargo, una picadura intensa puede ocasionar fuertes dolores, fiebre y vómitos, sobre todo, en niños y personas vulnerables. “En casos excepcionales puede provocar el fallecimiento de la persona, especialmente en aquellos que tienen enfermedades graves”, añade el doctor Gargantilla.
Si una carabela portuguesa nos pica, lo recomendable es acudir al puesto de socorro de la playa y allí procederán a eliminar cualquier resto de tentáculos que haya podido dejar en la piel, evitando siempre el contacto directo. Objetos como guantes, pinzas o, incluso, una tarjeta de plástico que permita retirar los restos sin tocarlos, son útiles en estos casos.
Tras esto, hay que aplicar agua salada o suero fisiológico sobre la superficie afectada, nunca dulce, ya que incrementará el dolor y facilitará la absorción de la toxina, y aplicar hielo cada 15 minutos, pero nunca directamente sobre la herida. Además, el vinagre, la orina o el amoniaco tampoco sirven en estos casos, es un mito que sea beneficioso. También se aconseja evitar rascarse y que la luz del sol impacte directamente sobre la lesión.
En el caso de que los síntomas continúen o empeoren, es necesario acudir a un médico para que valore la situación y recete antihistamínicos o cremas con corticoides. En cualquier caso, el doctor Gargantilla aclara que “no suele dejar secuelas”.