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Así surgió la primera vacuna de la Historia

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Así surgió la primera vacuna de la Historia
Foto de Mufid Majnun en Unsplash

Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable

25 de septiembre de 2023

La palabra "vacuna" viene de vaca, porque fue precisamente en este mamífero de donde se extrajo la primera vacuna de la historia. El acontecimiento tuvo lugar a finales del siglo XVII, en la tranquila campiña inglesa, muy alejada de enmarañados y colmados laboratorios llenos de mentes inquietas. 

Un médico rural, el doctor Edward Jenner (1749-1823), observó que las vacas sufrían en la piel de sus ubres una enfermedad pustulosa a la que se conocía como viruela bovina y con la cual se contagiaban las ordeñadoras, todas mujeres, porque eran precisamente ellas las encargadas de realizar este trabajo. La enfermedad les provocaba malestar general, fiebre y lesiones cutáneas. Hasta ahí la observación, el punto al que habríamos llegado, posiblemente, cualquiera de nosotros. Pero Jenner fue más allá. El médico observó que las ordeñadoras que contraían la enfermedad de las vacas quedaban protegidas –ahora diríamos inmunizadas- frente a la viruela, una enfermedad infecciosa que por aquel entonces hacía estragos en todo el mundo. Y es que en aquella época una de cada tres personas enfermaba de viruela y uno de cada doce moría a consecuencia de la misma. 

Ahora “sólo” faltaba demostrarlo. Para ello, el doctor Jenner tomó parte del contenido de una pústula de una ordeñadora (Sara Nelmes) afectada por la viruela vacuna y la inoculó en el brazo de una persona sana. Jenner eligió como cobaya humana a un niño de siete años –James Phipps- que no había pasado la viruela. 

Tal y como sucedía con las ordeñadoras, tras la inoculación, el pequeño presentó malestar general, dolor en la axila del brazo emponzoñado, cefalea, escalofríos y fiebre, remitiendo los síntomas pocos días después. 

El siguiente paso, sin duda, el más arriesgado, se produjo seis semanas después. Fue entonces cuando se inoculó líquido de una pústula de un enfermo con viruela humana al pequeño. Esto eran palabras mayores. Si la hipótesis de Jenner era incorrecta había un elevado riesgo de que aquello se complicara e, incluso, que pudiera terminar en el fallecimiento de James. Todo aquello se realizó, por supuesto, sin el oportuno consentimiento por parte de los padres. Eran otros tiempos.

De aquellos lodos estos polvos

Afortunadamente para el niño, y también para el galeno, la evolución del pequeño fue satisfactoria, apenas unos síntomas leves similares a los de un resfriado común. Todo parecía indicar, a juzgar por la evolución, que la suposición del médico rural inglés era acertada. El siguiente paso, y definitivo, era volver a inocular material de viruela humana en los brazos del niño, y ver qué sucedía. Nuevamente, el niño tampoco enfermó. 

Con este descubrimiento se acababa de escribir uno de los grandes capítulos de la Historia de la medicina: era posible prevenir una enfermedad infecciosa a través de una simple inoculación. Dado que el material se había obtenido de la vaca, los sabios de la época decidieron bautizar a aquel novedoso procedimiento como vacuna. Esto ocurría en el año 1796.

El doctor Jenner fue premiado por el Parlamento inglés con 10.000 libras esterlinas en 1802 y otras 20.000 cinco años después. Además, se le nombró doctor honoris causa por la Universidad de Oxford y se colocó una estatua con su busto en Trafalgar Square. ¡Qué menos!

Sin embargo, su monumento estuvo allí durante cuatro años -hasta 1862-, y es que la presión de los movimientos antivacunas de la época y de la Iglesia, que consideraba aquello como un invento del diablo, obligó a alojar el monumento del galeno a otro emplazamiento, en los jardines de Kensington.

Hace unos años el British Medical Journal llevó a cabo una campaña para que el cuarto plinto de Strafalgar Square fuese ocupado definitivamente por la estatua de Edward Jenner, de forma que volviese al lugar que nunca debió abandonar. Pero las viejas glorias militares alzaron sus voces y ejercieron sus influencias, se quejaron de que se pretendiera llevar a un “simple civil” junto a las glorias miliares y, además, sentado, cuando el resto está de pie. Jenner sigue en los jardines de Kensington.



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