Por Clara Bravo
25 de abril de 2025Durante mucho tiempo, la masturbación venía a ser algo así como el fútbol o el servicio militar: cosa de hombres. Incluso en la Literatura, donde las ventanas a la intimidad son más abundantes, la masturbación masculina se describía con normalidad, mientras que apenas había referencias al onanismo femenino. (Incluso Onán, de donde procede el término onanismo, era hombre).
De no ser porque las chicas solemos hablar, hoy, de nuestro cuerpo sin demasiadas inhibiciones, cualquier mujer de hace cuatro o cinco generaciones pudo llegar a pensar que la masturbación, llevada a cabo por una mujer, vendría a ser una degeneración terrible, como la zoofilia o la necrofilia.
En este primer cuarto del siglo XXI ha sucedido todo lo contrario, y cada vez hay más estudios sobre la masturbación femenina, y no dicen que se pueda quedar una ciega -como les decían a los chicos el los colegios religiosos- sino que, al contrario, ayuda a tener más oxitocina, aumenta la dopamina, también llamada la “hormona de la felicidad”; crecen las endorfinas, que nos alejan de la depresión; reduce el estrés y la ansiedad; fortalece el sistema inmune; es positiva para conciliar el sueño, libera más oxígeno del cerebro… y un montón de aspectos positivos que casi resulta fatigoso enumerar.
Como soy escéptica, ni me creí nunca que fuera una monstruosidad, ni termino de aceptar tantas ventajas, porque si fuera cierto, creo que no podría ni siquiera haber escrito este artículo, ya que, por razones sanitarias, estaría enfrascada en una saludable masturbación.