Por Luis del Val
27 de febrero de 2025Una huelga de médicos es una de esas rarezas que asombran por su infrecuencia, tan extraña, no sé, como una huelga de misioneros. Y no me voy a poner cursi, llevando a cabo un paralelismo entre el médico y el misionero -no se asusten- pero así como un piloto de avión es consciente de que, si va a la huelga, les va a joder la vida a miles de personas, el médico sabe -y es consciente- de que una huelga de médicos puede causar molestias irreparables, porque puede contribuir no a vivir peor, sino a morir antes.
Por supuesto que el médico no es un misionero, ni un santo al estilo de Job, pero tiene un juramento hipocrático, que le recuerda la enorme importancia que tiene su tarea en la sociedad. Así que, si los médicos van a ir a la huelga, habrá sido por la torpeza con la que los tratan, la indiferencia ante sus necesidades, y el agravio manifiesto al desarrollo de su trabajo, que se proyecta sobre su vida personal y social. Por decirlo pronto: para que los médicos hayan decidido convocar una huelga han debido de sufrir tal maltrato personal que han notado dolorosas inflamaciones en lugares blandos del cuerpo -tanto ellos como ellas- en fin, esas situaciones inaguantables a las que sólo se puede poner remedio con la terapia de la protesta, tan enérgica como firme, para tratar de que baje la molesta hinchazón.
La Ministra de Sanidad, antes de ser ministra, se pasaba media vida por las calles de Madrid, con una pancarta, protestando por las malas condiciones en las que tenían que trabajar los médicos. Cuando la nombraron pensé que mejorarían todos los médicos de España. Pues no, a lo mejor es que a la ministra se le da mejor hablar del trigo que cultivarlo. Y, aunque su vocación a manifestarse está plenamente demostrada, no puede echarse a la calle, porque sería ridículo protestar contra ella misma… por muy intensa que sea su vocación callejera.