Por Peter BABEL
11 de abril de 2024Uno de los datos más preocupantes es que casi uno de cada cuatro profesionales de la Sanidad considera que la obesidad es una situación reversible. Y, por si fuera poco, más de la mitad de los obesos no tienen documentación, ni consciencia, de que sufren una enfermedad crónica. No es por hacer un juego de palabras facilón, pero esto es muy gordo, porque si ni los médicos, ni los enfermos, son conscientes del peligro, el peligro aumentará en lugar de disminuir.
Hay una convicción social de que toda situación que no contenga la palabra cáncer, o ictus, o infarto, o trasplante, es algo de segunda división. Y tiene una explicación racional, aunque sea irracional la consecuencia. Me contaba un amigo que, cuando comenzó a estudiar Medicina, se veía salvando la vida al presidente de Estados Unidos, en una intervención quirúrgica, que tendría repercusión en todos el mundo. Y añadía que su primer paciente, fue un señor anciano, de un pueblo de 500 habitantes, que tenía un molesto grano en el glúteo y le dolía al sentarse.
Pongo esto como referencia, porque a lo mejor no parece muy científico ayudar a una persona a que no llegue a la obesidad, o a paliarla, pero ya tenemos datos suficientes que la obesidad no mata como el virus del mono, pero acorta la vida y la convierte en una experiencia poco agradable. Y esto no se puede arreglar con un decreto, ni con normas. Pero habrá que insistir para que no se cumplan esos porcentajes amenazadores que nos aguardan, si seguimos pensando que el obeso no es un enfermo, y el que tiene sobrepeso un seguro candidato a la obesidad.
