Por Clara Bravo
12 de agosto de 2024Todo envejece. La cara, los brazos, las piernas… incluso los genitales, claro. Los cuidados estéticos del rostro -y de las partes del cuerpo, que más se exponen a la vista de los demás- forman parte de los hábitos de sociedades de renta per cápita alta, y en la que sus componentes no tienen que comprometer todo su tiempo en obtener comida para no morirse de hambre. La prosperidad incita a la creación de necesidades nuevas, y la efebocracia, unida a la renuencia a la vejez, forman un complemento que mantiene en pie una poderosa industria cosmética.
Nada que objetar. Tengo fama de intransigente, pero me consta lo que puede hacer sufrir a una chica unas orejas, que recuerden la dimensión de los elefantes, o una nariz que se asocia, enseguida, con las berenjenas en años de buena cosecha. Incluso fui novia de un cirujano estético, pero no les voy a dar detalles.
Lo que me ha asombrado ha sido la aparición de un embellecedor de labios de la vulva con apariencias sanitarias. Lo de la apariencia sanitaria no lo digo yo, sino los expertos, porque la aplicación que se refiere a la hidratación de la vulva, no solamente carece de constatación científica, sino que hay expertos que avisan de que puede producir infecciones. Incluso estoy dispuesta a creer que haya mujeres que se pasen parte del día preocupadas por la apariencia estética de sus labios vaginales, aunque no acudan nunca a las playas nudistas, ni sean partidarias de participar en orgías. Bien. Pero por mucha preocupación que tengan por ese lugar, generalmente oculto incluso a su propia vista, el riesgo de una infección creo que puede sofocar bastante cualquier entusiasmo.
No hace mucho murió mi abuela. He intentado imaginarme cómo le habría explicado esta novedad. Y creo que me hubiera comentado, que no le tomara el pelo, y no le contara tonterías. Pero mi abuela ya no existe, y la tontería ha aparecido y está con nosotros.
Recuerdo aquella parte de la letra de “A quién le importa”, que cantaba Alaska. Y, como soy chica -y no me pueden acusar de machista- creo que podríamos completar la canción, titulándola “A quién coño le importa”.