Por Luis del Val
14 de marzo de 2025En las situaciones extremas surge lo mejor y lo peor de nosotros mismos: en las guerras, en las pandemias, en las catástrofes, en los naufragios. De repente, una persona corriente y común -como somos todos nosotros- decide arriesgar su vida para salvar la de otra persona, y se transforma en un héroe. De repente, en esos nidos de odio, miedo y envidia, que son las guerras civiles, un ciudadano, que nunca había hecho daño a nadie, denuncia a un vecino con el que había discutido, y asesinan al vecino.
En la pasada pandemia hubo héroes y canallas. Mientras unos arriesgaban su salud y su vida, cuidando a los demás, y trataban de rescatarlos de la muerte o de la enfermedad, otros aprovechaban los momentos dramáticos que vivía el país para vender mascarillas con sobreprecio, o defectuosas, que es una manera de ganar dinero a costa de la salud de los otros, hay que ser bellaco y granuja.
Mientras médicos y enfermeras daban la cara -tapada por una mascarilla que les protegía muy poco- unos vecinos cobardes y miedosos -temerosos de que una enfermera, que se jugaba su salud todos los días yendo a trabajar 12 horas al día, les pudiera contagiar- escribieron insultantes avisos y carteles, pidiendo que se marchara a vivir a otro sitio, no fuera a contagiarles, hay que ser ruines y cobardes.
Mientras los cajeros de los supermercados cumplían su horario, tomando objetos y productos tocados por manos que podían estar contagiadas, un Gobierno aludía de manera constante al comité de expertos que avalaba sus medidas, y todos callábamos dóciles, porque la inmensa mayoría no éramos expertos en pandemias, y menos para formar parte de un comité de expertos, que nunca existió, y que fue una mentira rastrera y mezquina de un Gobierno que ni siquiera sabía contar los muertos, y empleaba sus fuerzas en mentirnos, porque son profesionales de la mentira.
Perdono, pero no olvido. Y nunca me olvidaré de los héroes, que hasta dieron su vida, y de los rastreros y miserables que sólo tiene afecto y cariño a las poltronas, donde se asientan sus culos despreciables.
Comentario emitido el viernes 14 en el programa La Linterna, de la Cadena Cope