Misterio en la Sanidad Madrileña

A la hora de redactar estas líneas, ignoro si también han cambiado al chófer del coche oficial de la consejera de Sanidad en Madrid, pero sería de los pocos puestos del anterior equipo que no ha cesado doña Fátima Matute.

Desde luego, no se le puede acusar de improvisación, porque nada más ser nombrada, cogió un avión y se marchó a Cancún, donde pasó una semana en un congreso de Radiología y -seguramente- reflexionando en Méjico sobre la manera más idónea de formar su equipo. No le quedó mucho tiempo, porque intervenía en tres ponencias, y creo que en otras tres era moderadora, pero prueba de su gran capacidad de trabajo es que, nada más volver de Cancún, en 48 horas, no ha dejado a casi nadie del equipo anterior. Como el equipo anterior fue quien abordó la pandemia, y objeto de muchos elogios por parte incluso de la presidente de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, cabe pensar si engañaron a la presidente, si han sido víctimas de algún extraño ajuste de cuentas o si el equipo anterior -el de la creación de un nuevo hospital, en un periodo de tiempo que asombró fuera de los límites de la Comunidad y de la frontera de España- era muy bueno, pero viene ahora un equipo que sobrepasa la excelencia y se acerca a los ámbitos de la divinidad.

Por los pasillos de la Comunidad se habla de un “hombre de hierro”,  de esos que decapitan cabezas administrativas con el sosiego de quien arroja huesos de aceituna, pero la responsable de lo que suceda será, en el primer tiempo, la consejera y, en el segundo, la Presidente, porque los hombre de hierro, rasputines y demás mariachis (lo de mariachis lo digo por si a la Consejera le queda algo de nostalgia de Méjico) sólo actúan cuando alguien les concede poderes. Y el poder, o emana de la Consejera o de la Presidente. 

En ocasiones, el hierro es oportuno. Las contraindicaciones son que causa destrozos, debido a su dureza, y que, cuando pasa el tiempo y se oxida, suele manchar de manera irremediable a sus mentores.   

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