Por Peter BABEL
22 de noviembre de 2024Para los que bebemos vino en las comidas, la conclusión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que cualquier ingesta de alcohol es cancerígena representa un mal trago, porque incluye también al vino. Las decenas de médicos, e incluso cardiólogos, que admiten una copa de vino en un almuerzo, parece que están equivocados, según la OMS. Y no sólo vino: se incluye también la modesta cañita, no te digo la jarra alemana que, a partir de ahora, igual prohíben la entrada en Munich a los miembros de la OMS, porque ven a esas orondas camareras transportar media docena de jarras entra las dos manos, e igual sufren un choque emocional.
Naturalmente, no soy objetivo. Y sería hipócrita, por mi parte, afirmar que estoy preocupado porque, sólo en España, 370.000 personas se quedarían sin trabajo: todos los que se ocupan de los viñedos, las bodegas y la distribución del vino. Soy un egoísta, y estoy preocupado por si llega un día en que no puedo visitar, con Ernesto Sáenz de Buruaga, las Bodegas de Muga, y comer allí unas patatas a la riojana, acompañadas de una botella a la temperatura idónea de la propia bodega.
Según la Biblia Noé vivió unos 600 años, calculando por lo bajo, y parece que fue el inventor del vino. Cuentan que bebiendo vino se embriagó, y su hijo Cam llamó a sus hermanos, Sem y Jafet, le cubrieron con un manto y lo cuidaron. No sabemos si luego siguió bebiendo vino o no, ni voy a enfrentar a los teólogos con la OMS, pero no hay pruebas de que Noé muriera de cáncer provocado por el vino.
Parece que la OMS va a impulsar que, en cualquier botella que contenga alcohol, haya una advertencia informando de que el contenido es cancerígeno.
Mando un saludo an mis paisanos de Cariñena, y ya saben que, cuando vayamos a descorchar una botella de garnacha, tendremos antes que leer y observar la advertencia. Igual ponen una calavera, como en las torretas de alta tensión.