Kilos de más, vacaciones de menos

A las 48 horas de regresar de vacaciones, cuando percibes, minuto a minuto, la enorme diferencia entre tus actividades de tan solo dos días atrás y las que ahora llevas a cabo, notas una sensación triste, que se le denomina síndrome posvacacional y que consiste, simplemente, en que echas las vacaciones en falta, o, al menos, un periodo de adaptación, como hacen submarinistas, antes de emerger a la superficie. Y, a la vez que echas de menos las vacaciones, te das cuenta, delante del espejo del cuarto de baño, tras la primera ducha urbana, de que te han faltado días de vacaciones, pero te sobran unos kilos. Como no soy médico, y me complace ser amigo y tener parentesco con psicólogos y psiquiatras, les pido benevolencia a ellos, pero el síndrome pos-vacacional, esa especie de pesimismo temporal, me parece que hay que afrontarlo, pero teniendo en el piso de al lado a un vecino con un cáncer terminal y, en la no tan lejana Ucrania, una guerra cruenta y permanente, combatida por personas que no están preocupadas por las vacaciones, sino por evitar que les maten, les confieso que mi compasión, mi preocupación y mi lástima son bastante magras. Eso sí, con lo de los kilos de más, sea prudente y no llegue al gimnasio dispuesto a que las cuerdas se calienten y las bicicletas estáticas se rompan. Calma. Decía un banquero -no un médico- que el cuerpo es como una cuenta corriente: si ingresas más que sacas, engorda; si extraes más que ingresas adelgazas. Consejo: en lo de adelgazar no llegues a la suspensión de pagos, porque será un problema para ti y tu médico. Y mira a tu alrededor y verás como el pesimismo no tiene fundamento.