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Inteligencia artificial, el motor invisible de la prevención

La inteligencia artificial impulsa una medicina preventiva basada en datos, algoritmos y tecnología vestible que deja atrás el modelo reactivo

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Inteligencia artificial, el motor invisible de la prevención
Foto de ThisIsEngineering. Pexels

Por Pau Garcia-Milà, co-CEO y co-fundador de Founderz

4 de junio de 2025

Durante años, la medicina ha funcionado como un sistema de reacción, o lo que es lo mismo, un sistema que nos permite “ponernos en marcha” cuando hay síntomas, a menudo diagnosticando cuando ya hay daño. Esa forma de hacer las cosas ha salvado millones de vidas, pero hoy podemos aspirar a algo más: gracias a la inteligencia artificial, empieza a consolidarse una forma de trabajar distinta, una medicina que previene y se adelanta.

Si miramos más allá de nuestras fronteras, veremos que el Servicio Nacional de Salud de Inglaterra, por ejemplo, comenzará este año a probar una herramienta de IA capaz de predecir el riesgo de diabetes tipo 2 hasta con 13 años de antelación. Lo hace analizando algo tan rutinario como un electrocardiograma, treinta segundos de medición para anticipar una enfermedad crónica, lo que cambia por completo la lógica clínica.

Aquí, en España, también hemos visto numerosos avances reales, pues en centros como el Hospital Universitario Son Llàtzer en Mallorca se ha implementado un algoritmo que detecta la sepsis con 24h de antelación. Además, la herramienta se alimenta de datos clínicos y ha demostrado su eficacia en la práctica diaria.

Pero más allá de estos casos, lo más interesante es lo que pasa fuera del hospital. Porque la inteligencia artificial también está llegando al día a día, a lo que llevamos encima sin darnos cuenta de ello. Los wearables, que hace unos años se limitaban a contar los pasos que dábamos cada mañana de camino al trabajo, hoy ya ayudan a detectar anomalías antes de que nosotros mismos notemos nada. Muchos dispositivos están entrenados con IA para identificar cambios sutiles en la frecuencia cardíaca, el sueño o la respiración. Lo que antes era un simple reloj, ahora puede convertirse en una señal de aviso precoz.

Y no hablamos solo de fascinación tecnológica, hablamos de impacto en la vida real. Una medicina que previene no solo es mejor para el paciente, también es más sostenible para el sistema al evitar hospitalizaciones, reducir visitas innecesarias y aligerar la carga en atención primaria.

Eso sí, para que todo esto funcione, no basta con tener la tecnología, hay que saber usarla y esto, por supuesto, implica formar correctamente a los profesionales, enseñarles cómo funciona, qué puede aportar y, por último, dónde están sus límites. Implica, también, asegurar la calidad de los datos, avanzar en la regulación ética y mantener el foco en lo que nunca debe perderse: la relación entre el profesional y el paciente.

No hay ninguna duda de que la inteligencia artificial puede ser una aliada muy potente, pero no sustituye el juicio clínico, ni el criterio profesional, ni el acompañamiento humano. Por eso es clave que médicos, enfermeros, auxiliares y cualquier profesional sanitario tenga la oportunidad de aprender a trabajar con estas herramientas.

Porque la prevención del futuro no la hará un algoritmo por su cuenta, lo harán personas que sepan usarlo correctamente.

 



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