Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
16 de julio de 2025Es innegable que, a lo largo de la historia, las personas con enanismo han sido objeto de estigmas y discriminaciones arraigadas en prejuicios sociales que trascienden las simples barreras físicas. Esta discriminación se manifiesta de diversas formas, pero una de las más lesivas y persistentes es la contratación de personas con enanismo para espectáculos o entretenimiento en fiestas privadas y celebraciones lujosas, donde, bajo la apariencia de diversión, se oculta una práctica profundamente irrespetuosa. A menudo, en estos contextos, no se tiene en cuenta su consentimiento real ni su dignidad como seres humanos.
Incorporar a una persona con enanismo en un espectáculo privado, como parte de la “decoración” o del entretenimiento para invitados, constituye una forma clara de cosificación. Se les reduce a su apariencia física, ignorando por completo su individualidad, talentos, intereses y derechos. Este acto no solo perpetúa dolorosos estereotipos históricos, sino que también les despoja de su identidad y los sitúa en una posición subordinada ante los ojos de la sociedad.
Al tratar a una persona como un objeto decorativo o centro de atención basado únicamente en su aspecto, se refuerzan prejuicios que han sido utilizados durante siglos para justificar burlas, marginación y abuso. Se olvida que detrás de cada persona con enanismo hay una vida plena, sueños, familia y proyectos personales, igual que en cualquier ser humano.
Oponerse a la contratación de personas con enanismo para fines humillantes o cosificadores no es un simple gesto de corrección política ni una imposición moderna: es, sobre todo, un acto de justicia, dignidad y respeto. Cada persona, independientemente de su estatura, merece ser vista en toda su integridad, como portadora de derechos inalienables y con potencial de desarrollo personal y profesional en los ámbitos que ella elija.
Rechazar la cosificación implica también promover escenarios de igualdad real, combatiendo tanto los prejuicios conscientes como los que existen por simple tradición o desconocimiento. El respeto es la base para construir una sociedad más empática y diversa.
El enanismo se define por la presencia de una estatura notablemente inferior a la media de la población adulta, generalmente por debajo de 1,40 metros, debido a alteraciones en el crecimiento óseo o cartilaginoso. Es esencial destacar que el enanismo no afecta la inteligencia ni la esperanza de vida en la mayoría de los casos. Las personas con enanismo pueden lograr una vida plena y desarrollarse en cualquier ámbito, si cuentan con los apoyos y la aceptación necesarios.
Conocido médicamente como talla baja o baja estatura, el enanismo abarca más de 300 condiciones distintas. Entre las causas principales se encuentran: displasias óseas, déficit de hormona de crecimiento y causas secundarias. Entre las displasias óseas destaca la acondroplasia, que es la forma más habitual y responsable de la mayoría de los casos. Estas condiciones afectan el desarrollo de los huesos y cartílagos, resultando en extremidades cortas respecto al tronco. El déficit de la hormona de crecimiento se produce cuando la hipófisis no produce suficiente hormona durante la infancia o adolescencia, limitando el desarrollo normal.
A pesar del progreso médico y social, la sociedad todavía plantea desafíos importantes al colectivo de personas con enanismo entre los que destacan la persistencia de prácticas discriminatorias, la falta de estudios y la estigmatización en edades tempranas de la vida.
El enanismo, en sí mismo, no implica vulnerabilidad. La sociedad la genera cuando crea barreras físicas (espacios no adaptados), culturales (normas, valores y prejuicios), económicas y legales que limitan la autonomía y la participación social de estas personas. A menudo, la vulnerabilidad proviene no solo de las prácticas evidentes de discriminación, sino de la falta de oportunidades igualitarias para formarse, crecer profesionalmente y tomar parte en la vida pública.