Por Luis del Val
21 de enero de 2025Hemos establecido tantas barreras corporales, que el abrazo viene a ser algo así, como si nos desprendiéramos de todos los prejuicios para mostrarnos sin disimulos a la otra persona, sin mentiras, ni falsedades, y -además- le ofreciéramos nuestro afecto y nuestro apoyo. Y, cuando es correspondido, sentimos que nuestra oferta es bien recibida, y también sentimos el cariño del otro, su correspondencia, la certeza de que nos hemos tirado de cabeza, pero la piscina estaba llena de agua amorosa para recibirnos.
Hemos establecido tantas barreras corporales que, a veces, parece como si el abrazo sólo se pudiera producir en tanatorios y funerales, como si la vida con salud no los necesitara, cuando es el abrazo un certificado de salud.
Hemos creado tantas precauciones para salvar nuestra intimidad, que hay quienes creen que el abrazo sólo debe guardarse para las personas a las que podemos abrazar en cualquier momento, como si las personas que nos importan y queremos, fueran un cupo limitado.
Pero también es verdad que su infrecuencia le añade un cierto valor extraordinario sobre el que podríamos meditar.
Decía Paulo Coehlo que, cuando abrazamos a alguien de verdad, ganamos un día más de vida. Larga vida a todos… y un fuerte abrazo.