Por Pedro Gargantilla, director médico de Medicina Responsable
9 de octubre de 2025El primer trasplante a una persona viva de un hígado de cerdo modificado genéticamente representa uno de los hitos médicos y científicos más relevantes de la historia reciente. Este avance, realizado por un equipo de la Universidad Médica de Anhui, en China, abre un camino prometedor en el campo de los xenotrasplantes, al tiempo que plantea profundas reflexiones éticas, médicas y biotecnológicas.
La escasez de órganos disponibles para trasplante sigue siendo una de las mayores limitaciones en la medicina moderna. Miles de pacientes con enfermedades hepáticas graves fallecen cada año en el mundo mientras esperan un donante humano compatible. Esta desesperante situación ha impulsado la investigación en xenotrasplantes, con el cerdo como principal donante animal, dado su tamaño, anatomía similar y la posibilidad de modificar su genoma para mejorar la compatibilidad.
El protagonista de este caso fue un hombre de 71 años que padecía cirrosis hepática secundaria a una infección crónica por virus de la hepatitis B asociada, además, a un carcinoma hepatocelular avanzado. En su situación no era candidato a resección quirúrgica ni a un trasplante convencional de hígado humano, convirtiéndolo en candidato para este abordaje experimental: un trasplante hepático auxiliar de un órgano porcino modificado.
El objetivo era tanto ofrecer soporte a las funciones hepáticas esenciales tras la extirpación tumoral, como estudiar por primera vez la viabilidad de un injerto porcino funcional en una persona viva.
El órgano utilizado provenía de un cerdo miniatura de raza Diannan, seleccionado no solo por su tamaño sino por haber sido sometido a diez ediciones genéticas clave. Entre estas modificaciones se incluyeron la eliminación de xenoantígenos porcinos vinculados al rechazo hiperagudo por parte del sistema inmunológico humano y se introdujeron genes humanos reguladores de la coagulación y la respuesta inmune, con la intención de minimizar incompatibilidades hemáticas e inmunitarias. Esta tecnología de edición genética es fruto de más de una década de avances en ingeniería genética, técnicas de edición como CRISPR y modelos computacionales predictivos para anticipar respuestas inmunitarias.
El trasplante fue realizado como un implante auxiliar, lo que implica que el hígado original del paciente no fue retirado: el órgano porcino se implantó para complementar la función hepática y ofrecer un soporte metabólico y sintético crucial. Tras la cirugía, el injerto funcionó satisfactoriamente durante más de un mes. Durante 31 días el nuevo órgano produjo bilis, sintetizó albúmina y factores de coagulación, y no hubo señales de rechazo agudo ni disfución inicial del injerto.
Esta evolución favorable fue un indicador clave de éxito, al demostrar por primera vez que un órgano porcino, modificado genéticamente, puede llevar a cabo funciones metabólicas y sintéticas esenciales en un organismo humano vivo.
El día 38º tras la intervención, el injerto debió ser retirado debido a la aparición de una complicación grave: una microangiopatía trombótica asociada al xenotrasplante. Este fenómeno implica la formación de microcoágulos en los vasos sanguíneos del órgano trasplantado, una complicación que puede observarse también -aunque raramente- en trasplantes humanos. En este caso, se asoció a la disregulación de la coagulación y la persistencia de barreras inmunitarias pese a las modificaciones genéticas.
Tras la retirada del injerto, el paciente experimentó episodios recurrentes de hemorragia gastrointestinal y falleció finalmente a los 171 días de la intervención. A pesar de esta evolución la supervivencia de casi seis meses en un paciente tan grave y el mantenimiento de función hepática durante el primer mes constituyen un resultado sin precedentes.
El éxito relativo de este caso abre la puerta al desarrollo de nuevas alternativas para pacientes con insuficiencia hepática terminal para quienes no existen donantes humanos. Pero también subraya la complejidad de los desafíos por abordar: la compatibilidad inmunológica, los riesgos de rechazo crónico y la disregulación de la coagulación, aún no resuelta totalmente con la ingeniería genética actual. A todo esto, habría que sumar las cuestiones éticas sobre el uso de órganos animales, el bienestar animal, el consentimiento informado y el acceso igualitario a innovaciones biomédicas. Además, el caso reactiva el debate sobre el uso de la biotecnología en seres vivos: la edición genética cruza fronteras cada vez más difusas entre las especies y reclama una regulación internacional acorde al avance técnico.
Aunque experimental, este avance resulta un paso fundamental para la medicina traslacional. Demuestra que es factible utilizar órganos de animales modificados en humanos gravemente enfermos para suplir temporalmente funciones vitales. Sin embargo, la aparición de complicaciones graves advierte que aún no es una solución definitiva y que se requieren protocolos sofisticados de monitorización y nuevas mejoras genéticas, quizá combinadas con innovaciones inmunomoduladoras y técnicas de bioingeniería tisular.
En suma, el primer trasplante de hígado de cerdo modificado genéticamente a una persona viva se inscribe como una proeza científica. Marca la entrada real de los xenotrasplantes en la medicina clínica, al tiempo que revela los enormes desafíos técnicos, éticos y sociales para que algún día, la escasez de órganos y el sufrimiento de miles de pacientes se reduzcan gracias a la colaboración entre la ingeniería genética y la biomedicina.