Por Nuria Cordón
20 de junio de 2023Durante siglos, la única forma de alimentar a un bebé ha sido la leche materna, ya sea de la propia madre o de otras mujeres lactantes. Pero, cuando estas opciones no eran posibles, sólo quedaba la leche de vaca, un alimento muy poco recomendable a nivel nutricional y digestivo para los recién nacidos.
No fue hasta la mitad del siglo XIX cuando el químico alemán Justus von Leibig desarrolló la primera leche de fórmula para bebés, un polvo compuesto por harina de trigo, malta y bicarbonato de potasio que, al añadirlo a la leche de vaca, daba como resultado una alternativa para los lactantes. Desde entonces, la comunidad científica no ha dejado de investigar para conseguir fórmulas capaces de aportar la mejor alimentación a millones de recién nacidos en todo el mundo con un objetivo: que sea lo más parecida posible a la leche materna.
Este es el caso de Nutricia, la división de nutrición especializada de Danone, que desde hace 125 años trabaja en aportar innovaciones en nutrición médica para personas con necesidades específicas en todas las etapas de la vida. “Nuestro propósito como compañía es aportar salud”, explica la doctora Rocío Martín, directora ejecutiva de Ciencias Médicas y Nutricionales en el Centro de Investigación e Innovación que la compañía tiene en Utrecht. Dicho centro, al que Medicina Responsable ha tenido acceso, lleva más de una década proporcionando conocimientos médicos en nutrición especializada, productos pediátricos y desarrollo de leches infantiles. Es más, cuenta con un laboratorio específico en el que un equipo de expertos estudia y evalúa la composición de la leche materna (tipo de proteínas, péptidos, lípidos y otros elementos) para mejorar las fórmulas de su leche infantil.
El desarrollo durante el primer año de vida de cualquier persona es fundamental para su crecimiento y su salud. De acuerdo con la doctora Martín, en ese primer año, el niño duplica su altura, multiplica por cinco su peso y su cerebro crece un gramo por día. Por eso es tan importante la alimentación en esta etapa.
La mejor nutrición para un recién nacido es, según los expertos y la propia doctora, la leche materna, por eso, desde Nutricia, “apoyamos la recomendación de la OMS de amamantar con ella exclusivamente durante los primeros seis meses de vida y, después, introducir alimentos complementarios, mientras se continúa con lactancia materna hasta los dos años o más”. Sin embargo, según UNICEF, en la actualidad, solo el 44% de los bebés hasta los seis meses la recibe de forma exclusiva. “Sabemos que estamos lejos de alcanzar los objetivos de la OMS, por eso, tenemos un papel fundamental en ayudar y cuidar la lactancia materna”.
La realidad es que hay madres en todo el mundo que, por motivos médicos o personales no pueden o deciden no amamantar a sus bebés, por eso, desde compañías como Nutricia, estudian la composición y funcionalidad de la leche de las madres para conseguir productos lo más parecidos posible. Pero, para conseguir este objetivo, hay un escollo que, por el momento, parece insalvable: la leche materna tiene algo que la de fórmula no puede imitar, su capacidad para variar su composición, es decir, para adaptarse a las necesidades del bebé. La leche de la madre cambia dependiendo del momento del día, de la estación, de la dieta o de su estilo de vida y se adapta a la salud y a las necesidades del bebé. “Es un sistema dinámico”, explica Bernd Staahl, director de Investigación y Ciencia Analítica de la Leche Materna, Ciencia Médica y Nutricional del centro de Nutricia en Utretch, por eso es tan complicado, por no decir imposible, conseguir una fórmula igual a la natural. “No se trata de uno o varios ingredientes, se trata de la interacción de todos ellos con el bebé”. Aun así, “ya existen los primeros intentos de utilizar células de los senos de la madre para producir leche que se le parezca. Son estudios muy prometedores, pero aún hay un largo camino por recorrer porque la leche es muy compleja, cuenta con alrededor de 100.000 componentes diferentes”.
Otro de los elementos que juega un papel fundamental en los primeros meses de un bebé es la microbiota, es decir, las bacterias que habitan en los intestinos, por ello, en el centro de investigación de Nutricia en Utrecht, un laboratorio específico permite entender cómo funcionan los mecanismos del sistema digestivo para ofrecer soluciones que den respuesta a las necesidades de los pacientes, en este caso, de los más pequeños.
Para los recién nacidos, el estudio de la microbiota es extremadamente importante, porque cuando nacen, lo hacen sin bacterias en su intestino. Es cuando vienen al mundo cuando se exponen a una cantidad de patógenos. “Una buena microbiota ayuda a la digestión de los alimentos, produce algunas vitaminas como la B12 y K, regula la energía del metabolismo, nos defiende contra microorganismos peligrosos y tiene influencia en la comunicación entre el cerebro y el intestino”, explica el jefe del equipo de Microbiología de Nutricia en el centro de Utretch, Guus Roeselers.
La leche que ingieren los bebés en su primer año de vida influye de forma muy notable en su mocrobiota. De acuerdo con la doctora Rocío Martín, uno de los elementos que conforman la leche de la madre, junto a la lactosa y la grasa, son los oligosacáridos, “que pueden ayudar a desarrollar la microbiota intestinal, al servir como fuente de alimento para las bacterias buenas del intestino”. Esto, “nos permite conseguir un impacto positivo en las bacterias de los niños, en su sistema inmunitario y en su salud”. Eso sí, no hay que olvidar que cada madre tiene una microbiota específica y una leche materna específica, por lo que será imposible “establecer un patrón que permita replicarla”, concluye el doctor Staahl.