El entramado neuronal del cerebro experimenta cuatro etapas en la vida: estas son las edades clave en su estructura

Un estudio publicado en Nature Communications y realizado por investigadores de Cambridge ha identificado las cinco etapas de la vida claves para el desarrollo de la estructura de las conexiones cerebrales. Según el informe, que se ha basado en el análisis de resonancias cerebrales de 3.802 personas entre 0 y 90 años, la conectividad neuronal del cerebro experimenta cuatro puntos de inflexión a lo largo de la vida: a los 9 años, a los 32, a los 66 y a los 83. Para llegar a esta conclusión, los investigadores utilizaron imágenes para mapear las conexiones neuronales a través de la materia blanca y rastrear el movimiento de las moléculas.

De esta manera, los hallazgos indican cinco etapas de cambio en el desarrollo. La primera, desde el nacimiento hasta los nueve años, marcada por el aumento drástico del volumen de la materia gris y la blanca (que son las que contienen las neuronas y las conexiones, respectivamente). La segunda, de los nueve a los 32 años, cuando las conexiones se vuelven más eficientes. Después, se produce una fase de estabilización que llega hasta los 66 años, y es en esta edad cuando comienza a perderse la conectividad neuronal. Finalmente, desde los 83 años y hasta la muerte, las distintas áreas del cerebro tienen más dificultad para comunicarse.

“Es un estudio riguroso con una metodología sólida aplicada a un gran conjunto de datos (más de cuatro mil imágenes), analizados por primera vez en un rango de edad tan amplio”, explica en declaraciones a Science Media Centre Rafael Romero García, profesor titular del Departamento de Fisiología Médica y Biofísica, y director del Laboratorio de Neuroimagen y Redes Cerebrales de la Universidad de Sevilla. En esta misma línea se pronuncia Sandra Doval, Profesora Docente Investigadora en la Universidad Internacional de La Rioja: “Se apoya en una metodología sólida y rigurosa, con una muestra amplia de 3.802 participantes que cubre todo el espectro vital (0-90 años) procedentes de nueve bases de datos consolidadas de neuroimagen por difusión. Esto supera los análisis previos que examinaban métricas individuales de organización cerebral de forma aislada, permitiendo una visión multivariante e integrada de cómo el cableado neural se reorganiza a lo largo de la vida”.

 La trascendencia del estudio

Esta nueva investigación tiene una relevancia científica muy importante ya que proporciona por primera vez un marco temporal basado en datos sobre cuándo ocurren las mayores reorganizaciones del conectoma cerebral, como ha explicado Doval. “Esto ayuda a entender mejor las ventanas temporales en las que el cerebro puede ser más vulnerable a trastornos del neurodesarrollo en la infancia, problemas de salud mental en la adolescencia extendida, o al deterioro cognitivo y demencias en el envejecimiento”, argumentaba.

Además, subraya que los resultados “encajan notablemente bien con hitos conocidos del neurodesarrollo y envejecimiento”, ya que el punto a los nueve años coincide con el final de la infancia, el inicio de la pubertad y los cambios cognitivos importantes; y el de los 32 años representa el punto de inflexión más fuerte de toda la vida y coincide con el pico de maduración de la sustancia blanca. “El de los 66 años marca el inicio del envejecimiento temprano con riesgo aumentado de hipertensión y deterioro cognitivo; y el de los 83 años define el envejecimiento tardío con cambios topológicos más limitados”, añade.

Las limitaciones del informe

A pesar de su vital trascendencia, los expertos también señalan algunas limitaciones que podrían acotar la influencia del estudio, y que también han reconocido los propios autores. Romero García destaca, por ejemplo, la “dificultad intrínseca de inferir la conectividad cerebral a partir de la resonancia magnética y el hecho de no separar los análisis por sexo, ya que hombres y mujeres podrían presentar ritmos de desarrollo distintos”. Y añade: “Además, hay que tener cuenta que solo se centra en la conectividad cerebral, no analiza cómo aspectos cognitivos, como el aprendizaje, la memoria o la capacidad para resolver problemas cambian durante estas etapas”.

Por su parte, Doval destaca que el diseño trasversal del estudio impide establecer relaciones causales o seguir la evolución individual del cerebro a lo largo del tiempo. Por ello, hace un llamamiento a la cautela: “Estos puntos de inflexión representan promedios poblacionales y pueden variar considerablemente entre individuos”. 

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