Por Medicina Responsable
28 de julio de 2025El gusto, el olfato, el tacto, la vista y el oído podrían no ser los únicos sentidos con los que cuenta el ser humano para interactuar con su entorno. Según una nueva investigación publicada en la revista Nature, nuestro intestino presenta, a través de los microbios que albergan en él (microbiota), un “sentido visceral que regula la alimentación”. Así lo ha mostrado un estudio realizado en ratones por la Universidad de Duke (Estados Unidos), que confirma que existe un circuito neuronal sensorial entre el intestino y el cerebro que puede reducir la alimentación y hacer así que se rebaje el apetito. “En el colon del ratón este sentido permite al huésped ajustar su comportamiento en respuesta a un patrón molecular de sus microorganismos intestinales. A este sentido, en la interfaz entre la biota y el cerebro, lo llamamos sentido neurobiótico”, explica el estudio.
Aunque se han estudiado extensamente cinco sentidos canónicos, las investigaciones de las últimas décadas han establecido la base de un sentido intestinal que evalúa constantemente los estímulos que surgen de la actividad de este órgano, como los nutrientes, el estiramiento y los microorganismos.
“Cada vez hay más pruebas que sugieren que los microorganismos intestinales, que son más abundantes en el colon, interfieren sustancialmente en el comportamiento alimentario potencialmente a través de neuromoduladores”, explica el informe. Sin embargo, también admite que todavía se desconoce el circuito neuronal directo a través del cual el huésped interpreta la información sensorial microbiana para ajustar su alimentación.
Por el momento, este estudio esclarece el papel fundamental de los neuropodos, unas células epiteliales que detectan rápidamente los nutrientes y transmiten información sensorial a través del nervio vago para influir en las elecciones apetitivas de un animal en tiempo real. Tras esta acción, el organismo libera flagelina, la proteína que forma principalmente el filamento del flagelo que es el encargado de mover las bacterias intestinales.
Los científicos investigaron cómo la flagelina influye en la rápida disminución de la ingesta de alimentos. Para ello, aplicaron a los ratones una dieta de ayuno durante una noche para inducir el hambre y luego administraron la flagelina a través de edemas. El resultado fue claro: esta sustancia redujo significativamente la ingesta de alimentos en 20 minutos en ratones juveniles (de cinco semanas de edad) y adultos (10 semanas), lo que sugiere que esta vía sensorial se conserva durante todo el desarrollo.
Además, los investigadores desarrollaron un sistema conductual mediante grabaciones de vídeo y audio que permite monitorizar las sesiones de mordida individual de cada ratón en tiempo real. Este método, llamado Crunch Master, reveló que la flagelina retrasó el inicio de la alimentación y redujo en consumo total de alimentos sin afectar a la frecuencia y la duración de la ingestión, lo que demuestra que la estimulación de este sexto sentido del colon es capaz de modular la conducta alimentaria en tiempo real.
De esta manera, así como los organismos dependen de la vista, el sonido, el olfato, el gusto y el tacto para navegar por el mundo, también ajustan su comportamiento en respuesta a los estímulos que moldean su entorno intestinal.