Por Virginia Delgado
19 de noviembre de 2024Un estudio desarrollado por la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y publicado en la revista Nature puede haber descubierto por qué se produce el efecto yoyó o rebote después de realizar una dieta de adelgazamiento.
Después de realizar varios experimentos con células humanas y de ratón, los investigadores han llegado a la conclusión de que el tejido adiposo, lo que conocemos coloquialmente como grasa corporal, conserva una memoria que recuerda la obesidad. Algo que se debe, según los científicos, a los cambios transcripcionales y epigenéticos celulares que persisten tras la pérdida de peso. Estos últimos son los que se producen a causa de la edad, la alimentación, el ejercicio, los medicamentos, el estado del organismo… Factores que, aunque cambian los genes, no modifican la secuencia del ADN.
Respecto a la muestra de la investigación, los científicos (entre los que se encuentra el español Daniel Castellano-Castillo del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga y Plataforma en Nanomedicina (IBIMA)), usaron células de tejido adiposo de ratones así como de 18 individuos sin obesidad y de otros 20 que habían pasado por una cirugía bariátrica. Las células de estos se recogieron antes y después de la operación.
Expertos como José Ordovás, director de Nutrición y Genómica en la Universidad Tufts de Boston (EEUU) y miembro de IMDEA-Alimentación (Madrid) y de CIBEROBN (Instituto de Salud Carlos III), ha declarado a SMC que es un estudio de “alta calidad que proporciona nuevos conocimientos”. También, ha manifestado que tiene implicaciones muy significativas en el mundo real. “Abre vías para terapias dirigidas, como medicamentos o edición epigenética, para 'reiniciar’ la memoria del tejido adiposo y mejorar el mantenimiento de la pérdida de peso. Las estrategias personalizadas de control del peso podrían basarse en el perfil genético y epigenético de un individuo, mientras que las políticas de salud pública podrían priorizar la prevención y la intervención temprana para evitar el establecimiento de una memoria obesogénica. Integrando los hallazgos moleculares con las prácticas clínicas existentes se podría abordar la crisis mundial de la obesidad”, ha explicado Ordovás.