Por Julia Porras
13 de octubre de 2023Un grupo de investigadores de la Universidad de Barcelona, liderados por Giacomo Benati, ha descubierto cuándo fue el punto álgido de violencia en la historia humana civilizada. Al parecer esta fecha caliente tuvo lugar entre los años 4.500 y 3.000 a.C.
Para lograr este descubrimiento los investigadores analizaron más de 3.500 esqueletos, en un trabajo pionero en el estudio de los conflictos de las primeras sociedades humanas. Concretamente, utilizaron datos de restos de esqueletos de 3.536 individuos datados entre el 12.000 y el 400 a. C. de siete países de Oriente Medio (Turquía, Irak, Irán, Siria, Líbano, Israel y Jordania). Evaluaron su grado de violencia interpersonal (ataques, asesinatos, esclavitud, tortura, tiranía, castigos crueles o peleas violentas) analizando la proporción de esqueletos que mostraban indicios de traumatismo craneal o heridas relacionadas con armas. Los resultados sugieren que la violencia interpersonal llegó a su punto más álgido los años 4.500-3.000 a.C. Después, se observa un declive de la violencia durante la edad de bronce media (3.300-1.500 a. C.), antes de un nuevo aumento en la edad de bronce tardía y la edad de hierro (1.500-400 a. C.).
La hipótesis de los autores es que el primer gran estallido de violencia podría coincidir con los primeros protoestados, o estados en formación, centralizados y con el cambio de disputas ocasionales a conflictos organizados a gran escala. Los investigadores remarcan, además, que durante la transición hacia la edad de hierro, cuando tuvo lugar el segundo gran estallido, hubo 300 años de sequía, dispersión de la población y carencia de recursos, lo que podría haber influido en los incidentes violentos. Es decir, el verdadero cambio se produce cuando empiezan a formarse las primeras poblaciones sedentarias.
Los expertos concluyen que estos hallazgos amplían nuestra comprensión de la violencia interpersonal durante las primeras sociedades humanas. La evolución de la violencia interpersonal a partir de ahí es poco conocida, porque faltan pruebas o datos de los distintos períodos históricos. Sólo están disponibles los registros de homicidios de los períodos más recientes, y, además, los sesgos de información sobre los conflictos limitan la comprensión del pasado. Eso sí, se cree que la violencia ha disminuido a lo largo de los milenios, y más rápidamente desde la Ilustración (siglos XVII y XVIII), pero es una hipótesis ahora cuestionada.
El estudio ha sido publicado en la revista Nature Human Behaviour.
La violencia depende de la herencia, del medio ambiente y de ciertas regiones cerebrales. “El sistema límbico juega un papel destacado y una disminución de la sustancia gris del cerebro de la corteza frontoorbital, cambios todos ellos que se producen en el cerebro y que, si existe el caldo de cultivo necesario (conflictos externos, conflictos, problemas, mal ambiente...), pueden desencadenar la tormenta”, explica el doctor y director Médico de Medicina Responsable Pedro Gargantilla.
Las hipótesis más consolidadas actualmente postulan una reducción del funcionalismo serotoninérgico, es decir, una reducción de la serotonina que es un neurotransmisor
relacionado con el control de las emociones y el estado de ánimo, entre otras funciones, junto a una hiperactividad del sistema central de neurotransmisión noradrenérgico, que es donde se encuentran las neuronas noradrenérgicas, que utilizan la noradrenalina como neurotransmisor localizadas en una zona del cerebro, llamada locus coeruleus que interviene en la atención, la concentración, el estado de ánimo, las emociones, la memoria del trabajo y en la reacción ante las amenazas del entorno.
La cuestión, afirma el doctor Gargantilla, es que “todos somos violentos, todos tenemos esa semilla, solo la cultura nos inhibe de cometer actos violentos”.