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¿De qué murió Jesucristo?

Los expertos han analizado las descripciones de La Biblia y coinciden en que el fallecimiento tuvo una causa multifactorial que lo llevó a sufrir un evento cardíaco terminal

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¿De qué murió Jesucristo?

Por Medicina Responsable

26 de marzo de 2024

La religión cristiana narra la Pasión de Cristo como todo el proceso desde la oración en Getsemaní hasta la muerte en la cruz. La evidencia física de un cuerpo dificulta que se pueda realizar un estudio forense. Aun así, muchos expertos han estudiado los acontecimientos y han realizado una descripción médica. 

En La Biblia aparece la frase “sudando gotas de sangre”. Este hecho tiene una explicación médica, la hematidrosis. Es un fenómeno muy extraño y se explica como una respuesta fisiológica a situaciones de estrés máximo, como la que estaba sufriendo. Provoca una presión muy elevada y una congestión en los vasos sanguíneos de la cara que derivan en pequeñas hemorragias en los capilares de la membrana basal. 

Según los estudios, tras el arresto, se produjo el primer trauma físico. Los soldados le golpearon y abofetearon haciendo que se hinchase y tuviese el cuerpo cubierto de hematomas. Pasó la noche sin dormir y sin beber, por lo que a la mañana siguiente se encontraría exhausto y deshidratado. 

La flagelación

Tal y como se relata en las escrituras Jesús sufrió 39 azotes con un látigo corto con muchas correas de cuero que terminaban con dos bolas pequeñas de plomo, hueso o piedra. Las piernas, la espalda y los hombros fueron las zonas afectadas. Los primeros latigazos cortaron la piel, pero, mientras los golpes continuaban, llegaron al tejido subcutáneo haciendo que perdiese mayor cantidad de sangre de los vasos de los músculos.  Las pequeñas bolas terminaron abriéndose paso hasta hacer que la piel de la espalda quedase desgarrada exponiendo los músculos e, incluso, las costillas. 

Tras este calvario, fue llevado a la caseta del general donde le aguardaba una multitud de soldados. Sobre este punto de la historia poco se sabe, aunque una investigación publicada en el Journal of the Royal College of Physicians of London indica que fue utilizado como juguete para las tropas, costumbre que se permitía una vez al año. 

La corona de espinas, la cual tenía en realidad forma de casco, se le colocó en la cabeza, incrustándose en el cuero cabelludo y originando de nuevo un sangrado abundante, ya que esta zona es de las más vascularizadas del cuerpo. Los expertos han ejemplificado lo que le ocurría al cuerpo de Cristo tras perder tanta sangre.

Suponiendo que tuviese una corpulencia y peso medio (70 kg y 1,75 m), su volumen circulatorio debería haber sido de entre 4,5 y 5,5 litros aproximadamente. Los cálculos indican que debería haber perdido entre el 10 y el 12% del total de su sangre por lo que probablemente se encontraría en la clase I de shock hipovolémico. Esto imposibilita que el corazón pueda bombear suficiente sangre al cuerpo. 

En su camino al Gólgota, lugar de la crucifixión,se calcula que la cruz con la que tuvo que cargar pesaba más de 100 kg. Esto le supuso un gran esfuerzo ya que estaba deshidratado, con graves heridas, psicológicamente afectado y había perdido mucha sangre.

La crucifixión

Cristo pasó sus últimos momentos clavado en la cruz. El traumatismo del clavo es doble, unas lesiones son causas directas debidas del clavo y otras indirectas por el peso. 

Las tres zonas por las que pudieron penetrar son la palma de la mano, el carpo y la zona inferior del antebrazo. Esta última es la teoría que tiene más consistencia ya que sería la única zona capaz de soportar el peso del cuerpo. El clavo pudo entrar por el amplio espacio formado por la articulación radiocubital inferior. 

Siguiendo esta hipótesis, al penetrar por esa zona atravesaría la piel, tejido celular, músculo, tendón de los dedos, ligamento interóseo, espacio sinovial y tendones extensores propios del meñique. Todo ello causaría graves lesiones en el nervio cubital y el nervio mediano, además se produciría una parálisis en el pulgar dejándolo flexionado. En el caso de los pies no hay discusión. Coinciden en que el clavo debió perforar entre los metatarsianos I y II o el II y III por delante de la articulación de Lisfranc. 

Una vez clavado en la cruz con los brazos colgando y los músculos pectorales e intercostales incapacitados, Jesús puede inhalar aire, pero no puede exhalarlo. Debido a esto se acumula dióxido de carbono en sus pulmones y vías sanguíneas. Con las horas el pericardio se le llenaría de líquido y comprimiría su corazón. 

Las estimaciones indican que pasaron entre tres y seis horas hasta que murió en la cruz. Los expertos coinciden en que el fallecimiento tuvo una causa multifactorial que lo llevó a sufrir un evento cardíaco terminal.



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